Un hombre de Dios al servicio de los hombres

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Archive for junio 2014

Un nuevo y por ahora inexplicable misterio rodea la figura del padre Pío


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En 1967, Francesco Cavicchi, comendador de Treviso, fue con su mujer a San Giovanni Rotondo, donde se encontraron con el padre Pío. Durante su entrevista, al comendador se le cayó el pañuelo, y el santo lo recogió del suelo y se lo devolvió.

Al año siguiente al fraile murió, y en 1969 los Cavicchi volvieron al lugar, y fue entonces cuando descubrieron que el pañuelo tenía una doble impresión, el rostro de Cristo por un lado, y el del padre Pío por otro.

El matrimonio conservó la prenda hasta su fallecimiento, en 2005 él y en 2009 ella, sin darla a conocer, y a la muerte de ambos pasó a ser custodiado por un convento.

Los religiosos no quisieron informar del asunto hasta haber sometido el pañuelo a una prueba científica, y ésta ha llegado ahora. 

El profesor Giulio Fanti, catedrático de Mecánica y Termología en la Universidad de Padua y experto en la Sábana Santa de Turín, ha aplicado a la tela de algodón de Cavicchi métodos parecidos a los utilizados para examinar la Sindone, y ha encontrado los mismos resultados: «He examinado si en el pañuelo había alguna huella de color artificial, pero no he encontrado ningún pigmento. Ambos rostros, de tonalidad gris oscuro, están hechos de un "no-color"».

Es más, Fanti afirma que el ojo derecho de Jesús, distinto del correspondiente ojo del padre Pío por el otro lado de la tela, tiene un párpado cortado, una señal similar a la que se aprecia en la Sábana Santa de Turín.

El pañuelo descubierto en Conegliano comienza ahora un recorrido de investigaciones hasta que pueda determinarse con certeza si hay una explicación científica para estos hechos, o es uno más de los hechos extraordinarios vinculados al padre Pío (1887-1968), beatificado el 2 de mayo de 1999 y canonizado el 16 de junio de 2002, y quien llevó sobre sí prácticamente toda la vida los estigmas de la Pasión.

Una gran sorpresa


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El pasado 17 de marzo del 2014 viaje con mi hijo a la Basílica de Guadalupe, en ocasiones me gusta llevarle para que de más grande recuerde, de paso yo me siento más cerquita de Dios por ir a visitarlo. Le llamo en ocasiones “Turismo Religioso”. Aprovecho esas visitas para irle enseñando lo referente a la religión católica. Mi hijo Leo de 7 años, suele ser un niño con un temperamento fuerte y a veces como todos los niños no quiere ir a Misa o le parece aburrida, de cualquier forma rezamos cada noche antes de dormir y eso le encanta.

Leo, mi hijo, conoce mi afición, devoción, no sé cómo llamarle a algunos santos que a veces trato de amigos, tuteando. En estas aficiones y con la premura de él de irnos a otro lugar que no tenga que ver con lo religioso es que me encontré primero pasando a saludar a nuestra Madre Santísima Virgen de Guadalupe junto con él, en las bandas sin fin de debajo de ella. 

Luego pasamos a la antigua Basílica, ahí tienen caí de manera permanente el Santísimo expuesto con personas que de manera constante están rezando, esa ocasión había ido ahí cerca de las 3 de la tarde, y me sentía contenta porque ahí también hay una reliquia de Santa Faustina Kowalska, además de otra del ahora ya santo, San Juan Pablo II, el rostro de Jesús, bueno es ahora la antigua Basílica un lugar lleno de gracias, también se encuentra un cuadro muy grade del Padre Pio, de la recién santa mexicana Madre Guadalupe. Al entrar lo primero que vimos fue el Santísimo y le dije a mi pequeño que solo pasaríamos rápido ya que tenía él ya mucha hambre. Le mencione la importancia de saludar al Santísimo y le explicaba que ahí mismo estaba Jesús, nos hicimos hacia el lado derecho  en ese extremo hay una explicación de los niños no nacidos, y los estados de crecimiento dentro del útero, él se intereso mucho en ello.

Avanzamos y luego de rezar la jaculatoria de las 3 pm en honor al Señor de la Misericordia y escuchar la coronilla de todos los que ahí rezaban frente al Santísimo, me hinqué junto con mi pequeño (que permaneció parado a mi lado) del lado del cuadro, cerca de las veladoras, al lado de la reliquia de Santa Faustina y muy cerca de la de San Juan Pablo II. Mi pequeño ya estaba  desesperado, quería irse. 

En mi interior, luego de encender unas cuantas veladoras que veía apagadas, pensaba que me gustaría recibir ayuda para acercar más a mi pequeño, refunfuñaba de todo, y parecía no querer estar ahí, y pensaba en las gracias, esas que bajan para cerca de las reliquias, para las que están cerca del Santísimo. Accedí a caminar otro poco más, ahora cada vez más hacia la derecha, y viendo tan linda luz sobre esas 2 reliquias le dije a mi hijo que se quedará ahí, que enviaría esa fotografía a los familiares para que supieran donde estábamos, por celular.

Al principio puso cara fea, luego me pidió otra y puso mejor cara y yo todavía saqué de ese punto 2 fotografías, más, mientras las tomaba pensaba que así mi hijo estaría encomendado a ellos , pensé en el carácter del Padre Pío y de lo que tal vez necesitaba mi hijo, era la fuerza con la que él (Padre Pío) era siempre acompañado para lograr conversiones. Saqué la fotografía y la envíe a familiares, justo ahí.

Al caminar más a la derecha , hay una pequeña capilla a la que no pasamos, pero que había una banquita pequeña, donde me senté con mi hijo, y dónde todavía podía ver las reliquias, ahí hablé con Leo (con mi hijo), le platicaba que si él era muy bueno o se portaba muy bien, tal vez un día Jesús le dejaría verlo cuando baja a la hora de la Eucaristía, incluso le dije que en ese mismo momento estaba en el Santísimo, pero que no todos podían verlo en esa otra forma a menos de que fueran bendecidos con la gracia de verlo. Y pensaba, ojalá que tenga las palabras para convencer a este pequeño de 7 años.

Termine de decirle y al irnos regrese casi por la entrada, y pase a ver el cuadro del Padre Pío, le encargaba a mi hijo y me despedí del Santísimo, el pedí a Leo que hiciera lo mismo.

Nos fuimos a comer y ahí termino la visita.

La sorpresa se dio después miraba las fotografías recordando lo que pensé pensaba en la próxima (en ese entonces) canonización del Papa Juan Pablo II, las miraba y algunas las guarde en mi computadora, aquí es donde con más detalle vi un reflejo sobre la vitrina de la reliquia del Papa Juan Pablo II, veía la imagen de un fraile, al principio creí que era tal vez un poster que se reflejaba sobre la vitrina.

En otra fotografía más de lejos se llega apreciar que no hay ningún poster, y sigue apareciendo la imagen del fraile, al principio pensé, ¿quién sería? Luego concluí, debe ser el Padre Pío. De quién por último me despedí aquel día, busqué algunas fotografías del santo en internet donde tuviera la capucha puesta de su hábito, y mi sorpresa fue mayúscula, era él. 

El Padre Pío había aparecido ese día para ayudarme y para hacerme presente que era también a él que mi hijo estaba encomendado, también para que le demostrase a mi hijo que ese día escuchó con atención lo que le dije que sí, que existen y que no siempre son visibles a nuestros ojos, también aparece en la fotografía que le tomé a Leo con las reliquias. Es una aparición magnífica, aunque el Padre Pío se vea un poco lejos, aún no sea tan claro para muchas personas, se trata del Padre Pío, se trata del cuidado que pone Dios en nosotros a través de sus santos, se trata también de una gracia y se trata también del poco trabajo que debemos hacer con nuestros hijos, cosas extraordinarias suceden a diario, solo que tenemos que estar pendientes, dar de nuestro tiempo y estar dispuestos a verlas.

Mi hijo sigue teniendo cierta renuencia a ir a Misa, pero ahora sabe que lo que le digo es real, lo ha vivido y ahora se interesa. No podemos dejar pasar que a quién nosotros encomendemos seremos escuchados, somos escuchados.

Ahora con toda seguridad sé, que si le pido a Jesús acompañarme luego de verle en el Santísimo, así es, que si le he pedido al Padre Pío ayuda con mi hijo, también así lo es, somos muy muy escuchados y somos muy muy importantes para Dios, solo que las cosas no son siempre como esperamos, ni como concebimos el mundo. 

Escribo este testimonio como agradecimiento, para que sirva a quien requiera de prueba, para que sepa que hay que estar pendientes y estar dispuestos a Dios. Son pequeñas manifestaciones que conjugaron tal vez diferentes factores, el Santísimo, el rezo de la corona de la misericordia, la seguridad de mis palabras al hablar con mi hijo. El fervor y la educación que quiero que tenga mi hijo, a Dios, a Jesús y a la Virgen María en su vida, si Dios quiere, como el centro de su vida. El Padre Pio para mi es ya un conocido, desde que en mi juventud me pidieron rezar para su canonización en una de mis visitas a iglesias que no conozco (esta fue en Irlanda).

Ahora con frecuencia invito a los Santos a ir conmigo, a Jesús y sé que están ahí, quien sabe en unos de esos selfies que tomo aparezcan (si me porto muy bien).

Angelina Escobar
México, D.F.

El àngel de la guarda


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 del 20 de abril de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 403

Invoca con frecuencia a este ángel de la guarda, a este ángel bienhechor, repite con frecuencia la hermosa plegaria: «Ángel de Dios, custodio mío: a mí, que he sido confiada a ti por la bondad del Padre del cielo, ilumíname, protégeme, guíame ahora y siempre». ¿Qué grande, mi querida Raffaelina, será el consuelo cuando, en el momento de la muerte, tu alma vea a este ángel tan bueno, que te acompañó a lo largo de la vida y que fue tan generoso de cuidados maternos? ¡Oh!, ¡que este dulce pensamiento te haga y te vuelva cada vez más aficionada a la cruz de Jesús, ya que es precisamente esto lo que quiere ese buen ángel! El deseo de ver a este inseparable compañero de toda la vida, encienda también en ti aquella caridad que te empuje a desear salir pronto de este cuerpo.
¡Oh, santo y saludable pensamiento el de querer ver a nuestro buen ángel! Lo es también el que debería hacernos salir antes de tiempo de esta cárcel tenebrosa en la que estamos desterrados. Raffaelina, ¿a dónde me vuela ahora el pensamiento? ¡Cuántas veces, ay de mí, he hecho llorar a este buen ángel! ¡Cuántas veces he vivido sin miedo alguno a ofender la pureza de su mirada! ¡Oh!, ¡es tan delicado, tan sensible! Dios mío, ¡cuántas veces he correspondido a los generosos cuidados más que maternos de este ángel sin señal alguna de respeto, de afecto, de reconocimiento!