Un hombre de Dios al servicio de los hombres

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Oramos por la paz


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+ Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, y de Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Nos dice San Francisco de Asis en la Admonición 15:

Dichosos los pacíficos  porque serán llamados hijos de Dios. (Mateo 5,9.

Son verdaderamente pacíficos aquellos que en medio de todas las cosas que padecen en este mundo, conservan la paz en su alma y en su cuerpo por el amor de nuestro Señor Jesucristo.”


DIJO EL PAPA FRANCISCO... "¡Que una cadena de empeño por la paz una a todos los hombres y a las mujeres de buena voluntad! Es una invitación fuerte y urgente que dirijo a la entera Iglesia Católica, pero que extiendo a todos los cristianos de las demás Confesiones, a los hombres y mujeres de toda religión y también a aquellos hermanos y hermanas que no creen: la paz es un bien que supera toda barrera, porque es un bien de toda la humanidad".


ORACION POR LA PAZ DE JUAN PABLO II


"Creador de la naturaleza y del hombre

de la verdad y de la belleza, elevo una oración:

ESCUCHA MI VOZ

porque es la voz de las víctimas de todas las guerras

y de la violencia entre los individuos y entre las naciones;

ESCUCHA MI VOZ

porque es la voz de los niños que sufren y sufrirán

cada vez que los pueblos pongan su confianza en las armas

y en la guerra; 

ESCUCHA MI VOZ

cuando te pido que infundas en los corazones de todos

los seres humanos la sabiduría de la paz, la fuerza de

la justicia y la alegría de la amistad;

ESCUCHA MI VOZ

porque hablo en nombre de las multitudes de cada país

y de cada periodo de la historia que no quieren la guerra

y están dispuestos a recorrer el camino de la paz; 

ESCUCHA MI VOZ

y danos la capacidad y la fuerza para poder responder

al odio con amor, a la injusticia con una a dedicación a 

la justicia,

a la necesidad con nuestra propia involucración,

a la guerra con la paz.

Oh DIOS, ESCUCHA MI VOZ

y concede al mundo para siempre Tu paz". AMÈN


Ofrecemos el santo Rosario a la Santísima Virgen  y meditamos las palabras de Padre Pio acerca de la paz


Pésame


Primer Misterio: 

-Mantente siempre unida estrechamente a la santa Iglesia Católica, porque sólo ella te puede dar la paz verdadera, ya que sólo ella posee a Jesús sacramentado. Él es el verdadero príncipe de la paz (FM, 166). 

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria


 Segundo Misterio: 

 -Calma, le recomiendo siempre calma. Las ansiedades angustiosas agotan y esterilizan la piedad cristiana (1260).

 Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria


 Tercer Misterio: 

 - …conservando la tran¬quilidad y la paz en cualquier circunstancia, haremos grandes progresos en las vías del Señor; por el contrario, perdida esta paz, todos nuestros esfuerzos conseguirán poco o ningún fruto para la vida eterna (608).

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria

 

 Cuarto Misterio:.

- El enemigo de nuestra salvación co¬noce muy bien que la paz del corazón es un indicio seguro de la asistencia divina, y, por tanto, no deja pasar ocasión para hacérnosla perder. Por tanto, vivamos siempre alerta sobre este particular. Jesús nos ayudará (603).

Padre nuestro, 10 Ave María y Gloria


Quinto Misterio: 

La paz es la simplicidad del espíritu, la serenidad de la mente, la tranquilidad del alma, el vínculo del amor.

La paz es el orden y la armonía entre todos; es el continuo gozo que brota del testimonio de una buena conciencia; es la santa alegría de un corazón, en el que reina Dios.

La paz es el camino de la perfección, aún más, en la paz se encuentra la perfección.

El demonio conoce todo esto y hace todo lo posible para hacernos perder la paz 

Padrenuestro, 10 Ave María y Gloria

 

Por la intención del Santo Padre Francisco para este mes y  por la paz en el mundo, en especial en los países en guerra.

Padre nuestro, 3 ave María y Gloria


Oración a san Miguel Arcángel


SALVE  


El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Enseñanzas


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Llama a Jesús...


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Durante el día, cuando no puedes  hacer otra cosa, llama a Jesús aún en medio de todas tus ocupaciones. Vuela con el espíritu ante el tabernáculo cuando no puedas ir con el cuerpo, y allí desahógate de tus  ardientes codicias, habla y ora y abraza al Amado de las almas, mejor que si te fuese dado recibirlo sacramentalmente.

                                                                                                            Epístolario III, pag. 448



Rosario sobre "La vanagloria"


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 Grupos de Oración de San Pio de Pietrelcina

Santo Rosario – Febrero 2021

† Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo. Amén  


Nos enseña Padre Pio:

El alma es como un campo de batalla, donde Dios y Satanás no cesan de luchar. Es necesario abrir al Señor las puertas de nuestra alma de par en par y entregársela totalmente, fortificarla con toda clase de armamento, iluminarla con Su Luz para combatir las tinieblas del terror, revestirla de Jesús, con su verdad y justicia, con el escudo de la fe, con la Palabra de Dios. Solo así triunfaremos contra el enemigo. Para revestirse de Jesús es necesario despojarse de sí mismos."

Pésame

Primer Misterio: 

Graben bien en su mente; esculpan fuertemente en sus corazones; y convénzanse de que nadie es bueno «sino sólo Dios»; y que nosotros no te-nemos otra cosa que la nada. Vayan meditando continuamente lo que san Pablo escribe a los fieles de Corinto: «¿Qué tienes que no lo hayas recibi-do? Y, si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?». «No que seamos capaces - dice además - de pensar algo por nosotros mismos, como si fuera cosa nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios».

Cuando se sientan tentadas de vanagloria, repitan con san Bernardo: «Ni por ti lo inicié, ni por ti lo dejaré» ¿No comencé mi viaje por los caminos del Señor? Entonces, por ellos quiero seguir; por ellos continuaré mi mar-cha. Si el enemigo les asalta por la santidad de su vida, que le griten a la cara: mi santidad no es fruto de mi espíritu, sino que es fruto del espíritu de Dios que me santifica. Es un don de Dios; es un talento que me ha pres-tado mi Esposo para que yo negocie con él y después le rinda estrecha cuenta de la ganancia obtenida.

(2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria


Segundo Misterio: 

Las virtudes son como quien tiene un tesoro, que, si no lo tiene escondido a los ojos de los envidiosos, se lo robarán. El demonio está siempre vigi-lando; y él, el peor de todos los envidiosos, busca arrebatar este tesoro, que son las virtudes, tan pronto como lo descubre; y lo hace asaltándonos con ese enemigo tan poderoso que es la vanagloria.

Nuestro Señor, siempre atento a nuestro bien, para preservarnos de este gran enemigo, nos lo advierte en varios lugares del evangelio. ¿Acaso no nos dice que, si queremos hacer oración, nos retiremos a nuestro cuarto, cerremos la puerta y oremos de tú a tú con Dios, para que nuestra oración no sea conocida por los demás?; ¿que, al ayunar, nos lavemos la cara para que no descubramos nuestro ayuno a los demás en la suciedad y la palidez del rostro?; ¿que, al dar limosna, no sepa la mano derecha lo que hace la izquierda?

(2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria


 Tercer Misterio: 

 Tenía mucha razón San Jerónimo, al comparar la vanagloria con la sombra. De hecho, la sombra sigue al cuerpo a todas partes; y hasta le mide los pasos. Se aleja el cuerpo, se aleja también ella; camina a paso lento, también ella hace lo mismo; se sienta, y entonces también ella toma la misma posición.

Lo mismo hace la vanagloria; sigue por todos lados a la virtud. En vano intentaría el cuerpo huir de su sombra; ésta, siempre y en todas partes, le sigue y camina a su lado. Lo mismo le sucede a quien se ha dedicado a la virtud, a la perfección: cuanto más huye de la vanagloria, más es asaltado por ella. Temamos todos, querido padre, a este nuestro gran enemigo. Lo teman todavía más aquellas dos almas elegidas, porque este enemigo tiene un algo de inexpugnable.

Estén siempre alerta; no se deje a este enemigo tan poderoso entrar en la mente y en el corazón; porque, si consigue entrar, desflora las virtudes, corroe la santidad, corrompe todo lo que hay de belleza y de bondad.

Traten de pedir continuamente a Dios la gracia de verse preservadas de este vicio pestilente, porque «Todo don perfecto viene de arriba, del Padre de las luces». Abran sus corazones a la confianza en Dios. Recuerden siempre que todo lo que hay de bueno en ellas, es puro regalo de la suma bondad del Esposo celestial.

(2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Padre Nuestro, 10 Ave María y Gloria


Cuarto Misterio:

La vanagloria es un enemigo que acecha sobre todo a las almas que se han consagrado al Señor y que se han entregado a la vida espiritual; y, por eso, puede ser llamada, con toda razón, la tiña del alma que tiende a la perfección. Ha sido llamada con acierto por los santos carcoma de la santidad.

Nuestro Señor, para mostrarnos en qué gran medida la vanagloria es contraria a la perfección, lo hace con aquella reprensión que hizo a los apóstoles, cuando los vio llenos de autocomplacencia y de vanagloria, porque los demonios obedecían las órdenes que ellos les daban: «Sin embargo, no os alegréis porque los espíritus se os someten».

Y para erradicar del todo de sus mentes los tristes efectos de este maldito vicio, que suele conseguir insinuarse en los corazones, los atemoriza poniendo ante sus ojos el ejemplo de Lucifer, precipitado desde las alturas por la vana complacencia en la que cayó ante la grandeza a la que Dios le había ensalzado: «Veía a satanás, que caía del cielo como un relámpago».

Este vicio hay que temerlo todavía más porque no hay una virtud contraria para combatirlo. En efecto, cada vicio tiene su remedio y la virtud contraria; la ira se destierra con la mansedumbre; la envidia con la caridad; la soberbia con la humildad; etc. Sólo la vanagloria no tiene una virtud con-traria para ser combatida. Ella se insinúa en los actos más santos; y, hasta en la misma humildad, si no se está atento, ella coloca con soberbia su tienda.

(2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Padre nuestro, 10 Ave María y Gloria


Quinto Misterio: 

San Crisóstomo, hablando de la vanagloria, dice: «Cuantas más obras realices, buscando aplastar la vanagloria, tanto más la estimulas». ¿Y cuál es la causa de esto? Dejemos que nos lo diga el mismo santo doctor: «Por-que todo lo malo proviene del mal; solo la vanagloria procede del bien; y, por eso, no se extingue con el bien sino que se infla más».

El demonio, querido padre, sabe muy bien que un lujurioso, un ladrón, un avaro, un pecador, tienen más motivos para avergonzarse y para sonrojarse que para gloriarse; y, por eso, se cuida mucho de tentarlos por ese lado, y les ahorra esta batalla. Pero no se la ahorra a los buenos, sobre to-do al que se esfuerza por tender a la perfección. Todos los otros vicios se yerguen sólo en los que se dejan vencer y dominar por ellos; pero la vanagloria levanta la cabeza precisamente en aquellas personas que la comba-ten y la vencen. Se envalentona al asaltar a sus enemigos, sirviéndose de las mismas victorias que han conseguido contra ella. Es un enemigo que no se detiene nunca; es un enemigo que entra en batalla en todas nuestras obras y que, si no se está vigilante, nos hace sus víctimas.

En efecto, nosotros, para huir de las adulaciones de los demás, preferimos los ayunos ocultos y secretos a los visibles; el silencio, al hablar elocuente; ser despreciados, a ser tenidos en cuenta; los desprecios, a los honores. ¡Oh!, Dios mío. También en esto, la vanagloria quiere, como suele decirse, meter la nariz, acometiéndonos con vanas complacencias.

(2 de agosto de 1913, al P. Agustín de San Marcos in Lamis – Ep. I, p. 396)

Padrenuestro, 10 Ave María y Gloria

 

Por la intención del Papa Francisco para este mes de febrero:

Intención universal Recemos por las mujeres que son víctimas de la violencia, para que sean protegidas por la sociedad y para que su sufrimiento sea considerado y escuchado.

Padre nuestro, 3 ave María y Gloria


Oración a San José,  del Papa Francisco

Salve, custodio del Redentor  y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. 

Amén.


San José nos ayude a imitarlo y a decir como San Pablo en Gálatas 6, 14:

“Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.”


Oración a san Miguel Arcángel


SALVE 


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Oramos en el año santo de San José


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Grupos de Oración de San Pio de Pietrelcina

Adheridos al Centro Internacional de san Giovanni Rotondo

ORAMOS SIN FRONTERAS

En honor a San José, por la conversión de los pecadores, por la santa Iglesia Católica apostólica romana,  el Papa Francisco, y por el fin de la pandemia.

+ Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén


Oración a San José,  del Papa Francisco

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén.

Corona de los Siete Dolores y Gozos de Nuestro Padre San José.

- Pésame   

- Credo.

1er Dolor y Gozo:

Casto esposo de María Santísima, glorioso San José: por el dolor que tuviste ante la duda de tener que abandonar a tu querida esposa, y por el gozo que te causó la revelación angélica del misterio de la Encarnación; te suplico me alcances dolor de mis juicios temerarios e indebidas críticas al prójimo, y el gozo de ejercer la caridad viendo en él a Cristo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

2do Dolor y Gozo:

Feliz patriarca, hijo de David, padre virginal del Verbo humanado, glorioso San José: Por el dolor que te conmovió viendo nacer al Niño Jesús en tanta pobreza y por el gozo que te inundó al verle cantado por los Ángeles y adorado por los pastores; te suplico me alcances dolor de mis codicias y egoísmos, y el gozo de servirle con pobreza y humildad. 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

3er Dolor y Gozo:

Obediente ejecutor de las leyes divinas, glorioso San José: Por el dolor que te produjo en la circuncisión ver derramar la primera sangre al Mesías, y por el gozo que sentiste al oír su nombre de Jesús, Salvador; te suplico me alcances dolor de mis vicios y sensualidades, y el gozo de purificar mi espíritu practicando la mortificación. 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

4to Dolor y Gozo:

Fiel santo, partícipe en los misterios de nuestra redención, glorioso San José: Por el dolor que te traspasó al escuchar en la profecía de Simeón lo que había de sufrir Jesús y María, y por el gozo que te llenó al saber que sería para la salvación de innumerables almas; te suplico me alcances dolor de haber crucificado a Cristo con mis culpas, y el gozo de llevarle los hombres mediante mi ejemplo y mi palabra.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

5to Dolor y Gozo:

 Vigilante custodio del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José: Por el dolor que te angustió al saber que Herodes quería matar al Niño, y por el gozo que te confortó al huir con Jesús y María a Egipto; te suplico me alcances dolor de mis pecados de escándalo, y el gozo de apartarme de las ocasiones de ofender a Dios. 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

6to Dolor y Gozo:

 Ángel de la tierra, que tuviste a tus órdenes al Rey del cielo, glorioso San José: Por el dolor que te infundió el temor de Arquelao, y por el gozo con que te tranquilizó el Ángel, de volver a Nazareth; te suplico me alcances dolor por mis cobardías y respetos humanos, y el gozo de confesar a Cristo en toda mi vida pública y privada.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

7mo Dolor y Gozo:

Modelo de toda santidad, glorioso San José: Por el dolor que padeciste al perder, sin culpa, durante tres días al Niño, y por el gozo que experimentaste al encontrarlo en el templo entre los doctores; te suplico me alcances dolor cada vez que por mi culpa pierda a Cristo, y el gozo de vivir siempre en gracia y morir felizmente, bajo su patrocinio, en los brazos de Jesús y María, para cantar eternamente sus misericordias. 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria 

-Ruega por nosotros Padre de Jesús y nuestro, San José

-Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Oremos:

Dios Todopoderoso que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José: haz que por su intercesión la Iglesia los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén


Oración a San José*

A ti bienaventurado José, acudimos en nuestra tribulación,  y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también tu patrocinio.

Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te mantuvo unido, y por el paternal amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente, te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, providente custodio de la divina familia, a la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y Corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con tu perpetuo patrocinio para que, a ejemplo tuyo y sostenidos con tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir y obtener en el cielo la eterna bienaventuranza. 

Amén

*Fuente: “Recemos con San Pio de Pietrelcina” , Foggia 2013


Letanía

-Señor, ten piedad de nosotros.

-Cristo, ten piedad de nosotros.

-Señor, ten piedad de nosotros.

-Cristo, óyenos.

-Cristo, escúchanos.

-Dios, Padre celestial             Ten piedad de nosotros

-Dios Hijo, Redentor del mundo

-Dios Espíritu Santo

-Santa Trinidad, un solo Dios .

-Santa Maria,                                          Ruega por nosotros (se repite)

-San José

-Ilustre descendiente de David

-Luz de los patriarcas

-Esposo de la Madre de Dios

-Custodio purísimo de la Virgen,

-Nutricio del Hijo de Dios

-Diligente defensor de Cristo

-Jefe de la Sagrada Familia

-José justo

-José casto

-José prudente

-José fuerte

-José obediente

-José fiel

-Espejo de paciencia

-Amante de la pobreza

-Modelo de obreros

-Gloria de la vida doméstica

-Custodio de vírgenes

-Sostén de las familias

-Consuelo de los desdichados

-Esperanza de los enfermos

-Patrono de los moribundos

-Terror de los demonios

-Protector de la santa Iglesia

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo Perdónanos, Señor.

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo Escúchanos, Señor.

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo Ten piedad de nos.

V. Lo nombró administrador de su casa.

R. Y señor de todas sus posesiones.

Oremos

¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para esposo de tu Santísima Madre; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


Fragmentos de la Carta apostólica PATRIS CORDE del Santo Padre Francisco, en ocasión de cumplirse los 150 años de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal.

Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José»

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió.

Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt 13,55), desposado con María (cf. Mt 1,18; Lc 1,27); un «hombre justo» (Mt 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lc 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22). Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lc 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos.

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo. … tuvo un papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró «Patrono de la Iglesia Católica»[2], el venerable Pío XII lo presentó como “Patrono de los trabajadores”[3] y san Juan Pablo II como «Custodio del Redentor»[4]. El pueblo lo invoca como «Patrono de la buena muerte»[5].

Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud.

Padre amado

Padre de la ternura

Padre en la obediencia

Padre en la acogida

Padre de la valentía creativa

Padre trabajador

Padre en la sombra

Así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad[13].

José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María; no quería «denunciarla públicamente»[14], pero decidió «romper su compromiso en secreto» (Mt 1,19). En el primer sueño el ángel lo ayudó a resolver su grave dilema: «No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21). Su respuesta fue inmediata: «Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

En el segundo sueño el ángel ordenó a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13). José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar: «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes» (Mt 2,14-15).

En Egipto, José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país. Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino, después de haberle informado que los que intentaban matar al niño habían muerto, le ordenó que se levantara, que tomase consigo al niño y a su madre y que volviera a la tierra de Israel (cf. Mt 2,19-20), él una vez más obedeció sin vacilar: «Se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel» (Mt 2,21).

Pero durante el viaje de regreso, «al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, avisado en sueños —y es la cuarta vez que sucedió—, se retiró a la región de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret» (Mt 2,22-23).

El evangelista Lucas, por su parte, relató que José afrontó el largo e incómodo viaje de Nazaret a Belén, según la ley del censo del emperador César Augusto, para empadronarse en su ciudad de origen. Y fue precisamente en esta circunstancia que Jesús nació y fue asentado en el censo del Imperio, como todos los demás niños (cf. Lc 2,1-7).

San Lucas, en particular, se preocupó de resaltar que los padres de Jesús observaban todas las prescripciones de la ley: los ritos de la circuncisión de Jesús, de la purificación de María después del parto, de la presentación del primogénito a Dios (cf. 2,21-24)[15].

En cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su “fiat”, como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní.

José, en su papel de cabeza de familia, enseñó a Jesús a ser sumiso a sus padres, según el mandamiento de Dios (cf. Ex 20,12).

En la vida oculta de Nazaret, bajo la guía de José, Jesús aprendió a hacer la voluntad del Padre. Dicha voluntad se transformó en su alimento diario (cf. Jn 4,34). Incluso en el momento más difícil de su vida, que fue en Getsemaní, prefirió hacer la voluntad del Padre y no la suya propia[16] y se hizo «obediente hasta la muerte […] de cruz» (Flp 2,8). Por ello, el autor de la Carta a los Hebreos concluye que Jesús «aprendió sufriendo a obedecer» (5,8).

Todos estos acontecimientos muestran que José «ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente “ministro de la salvación”»[17].

El objetivo de esta Carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución.

En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán[26] y Moisés[27], como hace Jesús, «único mediador» (1 Tm 2,5), que es nuestro «abogado» ante Dios Padre (1 Jn 2,1), «ya que vive eternamente para interceder por nosotros» (Hb 7,25; cf. Rm 8,34).

Los santos ayudan a todos los fieles «a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad»[28]. Su vida es una prueba concreta de que es posible vivir el Evangelio.

Jesús dijo: «Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), y ellos a su vez son ejemplos de vida a imitar. San Pablo exhortó explícitamente: «Vivan como imitadores míos» (1 Co 4,16)[29]. San José lo dijo a través de su elocuente silencio.

Ante el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: «¿No podrás tú lo que éstos y éstas?». Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!»[30].

No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión.

Oración 

Glorioso patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad.

Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución.

Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti.

Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder.

Amén.


Anexo

Fragmento de “La vida devota de Padre Pio” por Gerardo di Flumeri y Gennaro Preziuso


El Padre Pío admiró siempre la altura espiritual de san José. Imitó sus virtudes y recurrió a él en los momentos más difíciles de su vida, obteniendo siempre gracias y favores celestiales.

Él, como san José, aún sin serlo en el orden natural, se sentía padre y era consciente de los derechos y deberes de su paternidad espiritual. Por este motivo, se dirigía con confianza a este santo, para suplicarle por sus hijos e hijas espirituales. «Ruego a san José que, con aquel amor y con la generosidad con que cuidó de Jesús, custodie tu alma, y, como lo defendió de Herodes, así proteja tu alma de un Herodes más feroz: ¡el demonio!». «El patriarca san José cuide de ti con el mismo cuidado que tuvo de Jesús: te asista siempre con su benévolo patrocinio y te libre de la persecución del impío y soberbio Herodes, y no permita jamás que Jesús se aleje de tu corazón».

Y san José correspondió al Padre Pío con una asistencia singular y con visiones extraordinarias. En efecto, el Siervo de Dios, en enero de 1912, confió al padre Agustín de San Marco in Lamis: «Barbazul no se quiere dar por vencido. Se ha disfrazado de casi todas las formas. Hace ya días que viene a visitarme con otros de sus satélites, armados con bastones e instrumentos de hierro, y lo que es peor bajo su propia forma. ¡Quién sabe cuántas veces me ha tirado de la cama arrastrándome por la habitación! Pero, ¡paciencia! Casi siempre están conmigo Jesús, la Mamita, el Angelito, San José y el padre San Francisco» (Epist. I, pág 252).

Al mismo padre Agustín escribe el Padre Pío, el 20 de marzo de 1921: «Ayer, festividad de San José, sólo Dios sabe las dulzuras que experimenté, sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien» (Epist. I,265).

El padre Honorato Marcucci, uno de los asistentes del Padre Pío en los últimos años de su existencia terrena, contaba este episodio.

Una tarde del mes anterior al de la muerte del venerado Padre, se encontraba con él en la terraza contigua a la celda n. 1, esperando para acompañarle a la sacristía para la función vespertina. Era un miércoles, día consagrado a san José, y el Padre Pío no se decidía a moverse. De pie ante un cuadro del glorioso Patriarca, apoyado en la pared, el venerado Padre parecía en éxtasis. Pasado un poco de tiempo, el padre Honorato le dijo: Padre, ¿debo esperar todavía?; ¿nos hemos de ir?; vamos con retraso». Pero sus preguntas quedaron sin respuesta. El Padre Pío seguía contemplando al glorioso Patriarca.

Al fin, después de que el padre Honorato le arrastrara del brazo y le repitiera por enésima vez la pregunta, el Padre Pío exclamó: «Mira, mira, ¡qué bello es San José!».

Se dirigieron a la sacristía.

En la sala «San Francisco» encontraron al padre sacristán, que les preguntó: «¿Cómo con tanto retraso?».

El padre Honorato respondió: «Hoy el Padre Pío no quería separarse del cuadro de San José».

El Padre Pío no dejaba pasar una sola oportunidad sin invitar a sus hijos espirituales a cultivar una sincera y profunda devoción a san José, fuente siempre rica de enseñanzas, de consuelo y de favores.

Parece escucharse todavía hoy su voz: «Ite ad Joseph! (Gn 41,55). Id a José con confianza absoluta, porque también yo, como santa Teresa de Ávila, “no recuerdo haber pedido cosa alguna a San José, sin haberla obtenido de inmediato”». 

No olvides que contamos con San José !   Felices en su año santo

Paz y bien.


Grupos de oración de san Pio de Pietrelcina . Animación en Argentina 2021

Oramos pidiendo protección


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 †Señal de la cruz

ANGELUS

El ángel del Señor anunció a María.

Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.

Dios te salve, María...

He aquí la esclava del Señor. 

Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María...

Y el Verbo de Dios se hizo carne. 

Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María...

Ruega por nosotros, 

Santa Madre de Dios, 

para que seamos dignos de alcanzar

las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos: Infunde Señor tu gracia en nuestras almas para que, quienes  por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su Cruz seamos llevados a la gloria de la resurrección. 

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

2 Corona a san Miguel Arcángel

Dios mío, ven en mi auxilio.

Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén

1. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Serafines, enciende en nuestros corazones la llama de la perfecta caridad. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

2. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Querubines, dígnate darnos tu gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

3. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Tronos, derrama en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

  4. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Dominaciones, danos señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén.

  1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

5. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Principados, infunde en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

6. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Potestades, dígnate proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

7. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Virtudes, no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

8. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Arcángeles, concédenos el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

9. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Ángeles, dígnate darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén.

   1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

Rezamos un Padre Nuestro en honor de cada uno de los siguientes ángeles:

*En honor a San Miguel ...... 1 Padre Nuestro

*En honor a San Gabriel...... 1 Padre Nuestro

*En honor a San Rafael........ 1 Padre Nuestro

*En honor a nuestro ángel de la Guarda..... 1 Padre Nuestro

Glorioso San Miguel, caudillo y príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, familiar de la casa de Dios, admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti y haz que mediante tu incomparable protección adelantemos todos los días en el santo servicio de Dios.

V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.

R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

Oremos. Todopoderoso y Eterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Por los méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.   

3 ORACIÓN A MARÍA REINA DE LOS ÁNGELES

¡Oh Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles!

Pues habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de la serpiente infernal; dignaos escuchar benigna las súplicas que humildemente os dirigimos; enviad las santas legiones para que, bajo vuestras órdenes, combatan a los demonios, donde quiera repriman su audacia y los persigan hasta precipitarlos al abismo.

¿Quién como Dios?

Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos. ¡Oh buena y tierna Madre! Vos seréis siempre nuestro amor y nuestra esperanza. ¡Oh divina Madre! Enviad los Santos Ángeles para defendernos y rechazar lejos al demonio, nuestro mortal enemigo. Amén.

4 Letanías de San Miguel Arcángel

 Señor, ten piedad de nosotros. 

Cristo, ten piedad de nosotros. 

Señor, ten piedad de nosotros. 

Cristo, óyenos. 

Cristo, escúchanos. 

Dios Padre celestial,                      ten misericordia de nosotros. ® 

Dios Hijo, Redentor del mundo, 

Dios, Espíritu Santo, 

Trinidad Santa, un solo Dios, 

Santa María, reina de los Ángeles,                 Ruega por nosotros ® 

San Miguel, 

San Miguel, lleno de la gracia de Dios, 

San Miguel, perfecto adorador del Verbo Divino, 

San Miguel, coronado de honor y gloria, 

San Miguel, poderoso Príncipe de los ejércitos del Señor, 

San Miguel, portaestandarte de la Santísima Trinidad. 

San Miguel, guardián del paraíso, 

San Miguel, guía y consolador del pueblo israelita, 

San Miguel, esplendor y vigor de la Iglesia militante, 

San Miguel, honor y alegría de Iglesia triunfante, 

San Miguel, luz de los Ángeles, 

San Miguel, baluarte de los ortodoxos, 

San Miguel, fuerza de los que combaten bajo el estandarte de la Cruz, 

San Miguel, luz y confianza de las almas en el último momento de la vida, 

San Miguel, socorro certero, 

San Miguel, nuestro auxilio en todas las adversidades, 

San Miguel, heraldo de la sentencia eterna, 

San Miguel, consolador de las almas que están en el Purgatorio, 

San Miguel, a quien el señor encomendó recibir las almas después de la muerte, 

San Miguel, nuestro Príncipe, 

San Miguel, nuestro Abogado, 

V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. 

R/. Perdónanos Señor. 

V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. 

R/. Escúchanos Señor. 

V/. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. 

R/. Ten misericordia de nosotros. 

V/. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo, 

R/. Para que seamos dignos de sus promesas. 



Señor Jesús, santifícanos siempre con una bendición, y concedemos por la intersección de San Miguel, aquella sabiduría que nos enseña a juntar las riquezas del cielo y cambiar los bienes temporales por los de la eternidad. 

Tú, que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. 

Amén 

5 Oración 

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial, usa tu espada de fuego, lo suplicamos, y quema las sustancias y elementos preparados por los brujos para esclavizar y confundir. 

Que todos los hijos de la Iglesia te invoquen con renovada confianza, y al usar el agua y la sal exorcizadas, sientan que tú los animas, y que empujas a su vez a los demonios a las Tinieblas exteriores.

San Miguel Arcángel, tú que conduces a las almas al sitio de la suprema felicidad, desbarata los planes del Adversario, asiste a los ministros del Altar, cuida la siembra de la Gracia de Dios en las almas, combate a los demonios, no les des descanso a sus perversos servidores, rompe los cuernos del poder satánico, lleva la paz a tus devotos.

¡San Miguel Arcángel, ruega por nosotros! Amén

6 Rezamos el Santo Rosario   -  Misterios gozosos

Pésame

En el primer misterio gozoso contemplamos…

1º La Anunciación del Ángel a la Virgen María. 

Pensemos en la fe de María y pidamos a la Santísima Virgen aprender a ser humildes

Padre nuestro, 10 Ave María - Gloria

2º La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel . 

Imitemos a la Virgen María y aprendamos a sacrificarnos con alegría en bien de nuestro prójimo.

Padre nuestro, 10 Ave María - Gloria

3º El nacimiento del Niño Jesús en el pobre y humilde portal de Belén.

Pidamos a la Santísima Virgen el desprendimiento de lo terreno

Padre nuestro, 10 Ave María - Gloria

4º La Purificación de la Virgen María y Presentación del Niño Jesús en el Templo. 

Pidamos la virtud de la obediencia pensando en María

Padre nuestro, 10 Ave María - Gloria

5º El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo. Pidamos a María gran resignación cristiana ante la voluntad divina.

Padre nuestro, 10 Ave María – Gloria

Por la intención del Papa Francisco

Padre nuestro, 3 Ave María, Gloria

Oración a mi ángel custodio

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guardame, rígeme y gobiérname. Amén

Credo (con fervor)

Salve a la Santísima Virgen

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amén


Padre Pío y el Concilio Vaticano II


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Padre Pío y el Concilio Vaticano II
por Giovanni Chifari*
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Introducción
"Santifícate y santifica".

He aquí todo lo que el Señor le ha pedido al Padre Pío. Una percepción íntima y profunda, mística y espiritual, que poco a poco se abrió camino en el corazón del Padre Pío, mostrándole la voluntad de Dios en uno de los siglos más dañados de la historia. Mirar al humilde religioso capuchino, buscar reconstruir algunos eventos de su biografía, en conexión con todo lo que deriva del Concilio Vaticano II, será una operación útil para verificar la contribución del Fraile al Concilio. Pero, en el horizonte en el cual es decisivo comprender este cuadro, es en el de la santidad. Una realidad que la Iglesia, en las asambleas conciliares, proclamó como potencial y universalmente perteneciente a cada uno de los bautizados. De hecho, se habla del llamado universal a la santidad. Es decir, una santidad que no estaba destinada como algo inalcanzable o imposible, como una meta solo para pocos, tal vez para los sacerdotes o religiosos, sino un camino que es para todos. Este renovado entendimiento pareció crujir con todo lo que respecta al Padre Pío. Colmado de dones excepcionales, él parecería pertenecer a esa fila de santos inalcanzables. Pero en realidad, no es así. Para entender al Padre Pío, para discernir cómo Dios ha obrado en él, debemos poder observarlo en su humanidad. En su cotidiano y fatigoso sí al Señor, en la diaconía de un martirio que no era cruento, pero ciertamente no estaba privado de la efusión de la sangre. Y la historia que se desarrolla paralelamente entre el Padre Pío y el Concilio, es una trama hecha de pruebas, de sufrimientos, de ataques. En una perspectiva de santificación, observamos que Dios obra a través de múltiples humillaciones, con el fin de vaciar la propia elección de sí mismo, para llenarlo de su gracia. Dios se crea su espacio y se hace presente en el fondo del alma, en lo íntimo de cada uno, porque sólo en el Silencio es posible encontrarlo. Así, mientras el Concilio se mueve para renovar la Iglesia y hacerla dócil a la acción santificante del Espíritu, para que ella que es santa pero sin embargo, necesitada de conversión, pueda santificar; también el Padre Pío vive como discípulo buscando ser grato a Dios, es decir, santificarse, para después santificar.
El duro terreno de la historia
En 1870 con la toma de Roma, se interrumpió imprevistamente el CVI, sin que pudiese llevarse a término una reflexión más pertinente sobre la identidad y la misión de la Iglesia, sobre todo en lo que respecta al diálogo con el mundo contemporáneo. Es notable que sea Pío XII quien tomara en consideración la hipótesis de retomar el Concilio, pero, luego de diversos motivos, también de naturaleza teológica, decidieron aplazarlo. En cambio, Juan XXIII, a solo tres meses de su elección al trono de Pedro, el 25 de enero de 1959, anunció la convocatoria a un Concilio Universal para la Iglesia  ecuménica que sucesivamente con la redacción de un motu propriu, decidió abrir oficialmente el 11 de octubre de 1962, en una fecha que recordaba el gran Concilio de Éfeso. Con tres años de preparación, la máquina del Concilio estaba lista para realizar sus primeros pasos.
En tanto,  el Padre Pío, en el pequeño convento perdido en el Gargano, estaba atravesando un tiempo nada fácil, una nueva estación en la cual la onda persecutoria se  hizo sentir con toda su furia destructiva. Se puede hablar de una segunda persecución, después vinieron los diez años de tormenta (1923-1933), especialmente el bienio del 1931 al 1933 durante el cual le fue prohibido también celebrar Misa con la gente. Y ahora la segunda persecución pasa a través de traiciones, ataques de todo tipo, aislamiento, humillaciones que se agregaron a los constantes problemas de salud. En 1959 la imprevista curación al pasar la estatuilla de Nuestra Señora de Fátima por San Giovanni Rotondo; en 1960 los preparativos para el quincuagésimo año de su ordenación sacerdotal, turbado por la visita apostólica de Monseñor Maccari, signo de renovada incomprensión entre la Iglesia y el Padre Pío, en principio, porque mostraba dificultad para acoger claramente cuánto Dios estaba obrando en el humilde Fraile estigmatizado, y luego, en 1962, los primeros destellos de un cierto alivio con algunas concesiones hechas al Padre Pío, quien podía volver a celebrar la Eucaristía con la gente, al menos en la semana santa.

Apertura del Concilio, empatía del Padre Pío

Cuando se abrió el Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962, y cuando el Papa Juan XXIII pronunció aquel discurso "a la luna", con la invitación de llevar la caricia a cada niño, se testimonió que el Padre Pío lloró conmovido. Sucesivamente, no faltaron nuevas restricciones, como la prohibición de los festejos por el onomástico el 5 de mayo de 1963. También una seria y rigurosa investigación histórica nos ha mostrado que el Papa Juan XXIII no tenía hostilidad hacia el Padre Pío, es más, lo estimaba, fue solo prudente para no hacer un desbalance de algún juicio positivo o negativo. La oposición al humilde Fraile era más un fenómeno que reflejaba el disgusto de un cierto modelo de Iglesia expresado por hombres que tenían quizás, una visión demasiado reducida, como así también excesivamente legalista de la doctrina. Cosas de este tipo experimentó Jesús, con la creciente hostilidad de los jefes y garantes de la religiosidad hebraica. Ellos dispersaban el corazón de la Ley y provocaban recorridos radicados en el mal, privados de discernimiento. Similarmente se podría decir que es un cierto tipo de pertenencia eclesial, donde el servicio es con frecuencia aplicado más como la adhesión a una idea o a un valor que como la plena experiencia del amor misericordioso de Dios. Fue en este clima oculto que aquellas insanas mediaciones favorecieron las persecuciones al Padre Pío.
Por lo tanto, parecía evidente la necesidad de invertir la ruta, de buscar un modelo de Iglesia que valorizase su pertenencia a Cristo y que al mismo tiempo estuviese en condiciones de hablarle al hombre de su tiempo.
De parte suya, el Padre Pío vivía en su diaconía cotidiana el propio ministerio sacerdotal y religioso. Con mucha simplicidad pero también con una profundidad totalmente nueva. Una dimensión profética vivida en el silencio de un pequeño convento en una zona marginal de la Italia meridional. Es la lógica de Dios, elegir a los pequeños, según la Palabra evangélica, para confundir a los fuertes.



Padre Pío en Cristo y en la Iglesia: en diálogo con la Lumen Gentium

¿Qué visión cristológica y eclesial se transparentaba desde el servicio del humilde Fraile? ¿Qué aspectos hemos reencontrado desarrollados en el Concilio Vaticano II? La Palabra de Dios, ¿era el centro en la vida del Padre Pío? ¿Y qué decir de la liturgia o del diálogo con el mundo de su propio tiempo? Interrogantes que pretenden remitir a los textos de las cuatro constituciones dogmáticas producidas por el Concilio. Es decir que, en el Padre Pío encontramos diversos aspectos que luego serían debatidos y profundizados en el Concilio Vaticano II.
Paulo VI, llamado al trono pontificio para suceder al Papa promotor del Concilio, se hizo cargo de llevar adelante una Asamblea de difícil gestión. El dio un método a los trabajos, sintetizó y simplificó algunos pasajes y focalizó la atención sobre las cuatro constituciones dogmáticas que volvían a proponer temas cruciales para la vida de la Iglesia. Esquemas y textos que tuvieron una larga y compleja historia, encontrando un ferviente debate entre los padres conciliares. Mientras tanto, un humilde Fraile, colmado de innumerables dones y carismas divinos, vivía en la propia carne y en el propio corazón el misterio del sufrimiento de la cruz. Y con su silencioso testimonio, con su cotidiano martirio espiritual, anunciaba un modelo de sacerdocio y un perfil de Iglesia que buscaba la constante tensión hacia la unión con Dios.
La vivaz vida mística del humilde Fraile, en la cual el sentido de todo lo que él lograba percibir era superior al lenguaje pero que estaba llamado a expresarlo, dejaba entrever en todo su esplendor la Iglesia como  "cuerpo místico" de nuestro Señor Jesucristo. Pero es en un pasaje muy elocuente de la LG que encontramos lo que "per sé" Padre Pío había ya vivido y señalado a la Iglesia y a los hombres de su tiempo:
"Como Cristo ha cumplido la redención a través de la pobreza y de las persecuciones, también así la Iglesia está llamada a tomar el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación "(LG, 8).
Estas palabras delinean un perfil de Iglesia que sabe del deber de seguir a Cristo en el camino de la pobreza y de las persecuciones. Aspectos que el Padre Pío vivió en modo total. Hijo de San Francisco, y utilizando la sana raíz franciscana, el Padre Pío hizo de la pobreza su hábito interior y su indefectible testimonio también en la vida de todos los días. El Padre Pío vivió pobre y se ocupó de los pobres y de los últimos. Su obra del corazón, Casa del Alivio al Sufrimiento, nos muestra un fúlgido ejemplo de todo esto.
Pero el modelo de configuración a Cristo que los padres conciliares individualizaron para la Iglesia en el documento de la LG, pasa también a través de las persecuciones. Desde hacía al menos cuarenta años, el Padre Pío era objeto de las mismas, también por mano de la propia Iglesia. Si es verdad que pobreza y persecución son rasgos del camino trazado por Jesús, y que solo recorriendo por entero este itinerario se pueden comunicar a los hombres los frutos de la salvación, en este singular testimonio,  el Padre Pío vivía ya desde hacía muchos años lo que le es pedido a la Iglesia. El humilde testimonio del Santo Fraile, muestra que sin una constante conversión no puede haber una conformación y configuración en Cristo.
Los Padres conciliares en aquel mismo punto 8 de la LG, insisten sobre la "pobreza de Cristo", individualizando "humildad y abnegación" como características fundamentales de un estilo que no busca la gloria terrena sino solo la secuela de Cristo, servirlo siguiéndolo: "Quien quiera servir, que me siga" (Jn 12, 26). El Concilio, por lo tanto, especifica que una Iglesia unida a su Cristo y Señor está llamada a recalcar, a su modo, su misma praxis misionaria, vale decir, enseñanza de la buena nueva y cuidado, "buscar y salvar lo que estaba perdido". Para realizar esto, continua la LG, la Iglesia "circunda de afectuoso cuidado a todos los afligidos por la humana debilidad, es más, reconoce en los pobres y en los sufrientes la imagen de su fundador, pobre y sufriente, se hace premurosa para aliviar la indigencia y en ellos busca servir al Cristo".
Palabras que parecen describir exactamente lo que hacía el Padre Pío: el cuidado de todos aquellos que estaban afligidos por la humana debilidad, y el incansable ministerio de la confesión, luego "aliviar la indigencia" de los pobres y de los sufrientes, es decir, la intuición profética que el Padre Pío, veinte años antes, había pensado para su "Casa del Alivio al Sufrimiento". La Iglesia del Concilio comprendió que era esta la vía de la conformación a Cristo. Una Iglesia que "desde la virtud del Señor resucitado se extrae la fuerza para vencer con paciencia y amor las aflicciones y las dificultades, que le llegan ya sea desde adentro como desde afuera, y para develarle al mundo, con fidelidad, aunque no perfectamente, el misterio de él, hasta que al final de los tiempos ello será manifestado en la plenitud de la luz" (LG, 8).

TEXTO INTEGRAL DEL PASAJE DE LA LG 8 (traducido del italiano)

Jesucristo "que era de condición divina... se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo" (Fil 2, 6-7) y para nosotros "era rico y se hizo pobre" (2 Cor 8,9): así también la Iglesia si bien para cumplir su misión necesite de medios humanos, no está constituida para buscar la gloria terrena, sino más bien para difundir, también con su ejemplo, la humildad y la abnegación. Como Cristo, de hecho, ha sido enviado por el Padre "a anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los que tienen el corazón contrito" (Lc 4, 18), "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10), así también la iglesia circunda de afectuoso cuidado a todos los que están afligidos por la debilidad humana, es más, reconoce en los pobres y en los sufrientes la imagen de su fundador, pobre y sufriente, se hace premurosa para aliviar la indigencia y en ellos buscar servir al Cristo. Pero mientras Cristo, "santo, inocente, inmaculado" (Heb 7, 26), no conoció el pecado (cfr. 2 Cor 5, 21) y vino solo con el objetivo de redimir los pecados del pueblo (cfr. He 2, 17), la Iglesia, que incluye en su seno a pecadores y por lo tanto es santa y al mismo tiempo necesitada de purificación, avanza continuamente por el camino de la penitencia y la renovación. La Iglesia "prosigue su peregrinaje entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios" [14], anunciando la pasión y la muerte del Señor hasta que él vuelva (cfr 1 Cor 11, 26). Desde la virtud del Señor resucitado se extrae la fuerza para vencer con paciencia y amor las aflicciones y las dificultades, que vienen desde dentro y desde afuera, y para develarle al mundo, con fidelidad, aunque no con perfección, el misterio de él, hasta que al fin de los tiempos ello será manifestado en la plenitud de la luz.

El Padre Pío representa a los hombres del siglo XX, el Cristo pobre y cargando la cruz. Antes de remitirnos a la lectura del fragmento de la LG, señalábamos al hecho del Padre Pío, que la imagen de Iglesia que el Padre Pío tal vez percibió con más fuerza, fue la del cuerpo místico de Cristo, en la cual, según la lectura apreciada del Apóstol Pablo, cada miembro vive, sirve y sufre en unión a Cristo. En esta luz, profundizada también por el Concilio, podemos releer como el Padre Pío participaba en un modo del todo singular a la pasión de Cristo. El Apóstol afirma en Col 1, 24: "Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo". En realidad nunca faltan los sufrimientos de Cristo, es necesario sólo que dejemos que Él sufra en nosotros. Así lo ha hecho el Padre Pío, que se ha dejado habitar por Cristo y por su Espíritu hasta experimentar, místicamente, la fusión de los corazones y antes en la carne el sello de los estigmas. Ellos están presentes invisiblemente en cada cristiano con el bautismo, como ha subrayado el sacerdote jesuita, teólogo y artista Rupnik, se abren cuando se ama, siempre en modo invisible a todos, pero visiblemente en un testigo elegido como el Padre Pío.

Eucaristía y Liturgia

En esta perspectiva encuentra luz también la centralidad de la Eucaristía, realmente "fons et culmen", de la vida sacerdotal del Padre Pío. Desde siempre el Padre Pío vivió esto, como expresión de su ser en Cristo. (cf SC n. 47; padre Marciano, 349). La Eucaristía, como cifra de su conversión en víctima y de darse por entero a los hermanos, es en Padre Pío lugar de un diálogo de amor. Lo comprendemos desde el momento que aparece en él, el don místico de la fusión de los corazones (Ep. I, 273; SC 47-48). La centralidad de la Eucaristía, como será afirmada en el Concilio, es también la de la Misa el centro de la vida de la Iglesia. Recordemos la notable afirmación del Padre Pío: "El mundo podría estar un día sin el sol pero ni un día sin la Misa".
El todo, sea a nivel eclesial, o a nivel cristológico, remite a la centralidad del Señor Jesús, crucificado y resucitado, que el Padre Pío experimentaba cada día. El teólogo francés Jean Guitton, quien fue entre los primeros laicos invitados a participar del Concilio en aquellos años, quiso conocer al Padre Pío y quedó profundamente conmocionado por la celebración de su Misa. Como él, probablemente diversos padres conciliares en esos mismos años quedaron conmocionados por todo lo que vivía el Padre Pío.

Padre Pío y la Palabra de Dios

Con la Dei Verbum, el Concilio aclara puntos decisivos de la Revelación divina, de su relación con la Tradición y de la Escritura como alma de la teología y de la vida de la Iglesia. En otros términos, como ha recordado el Papa emérito Benedicto XVI en el discurso con los párrocos de Roma, el 13 de febrero de 2013, "la Escritura es la Palabra de Dios y la Iglesia está bajo la Escritura, obedece la Palabra de Dios y no está por encima de la Escritura. Y sin embargo, la Escritura es Escritura sólo porque está viva la Iglesia, su sujeto vivo; sin el sujeto vivo de la Iglesia, la Escritura es solo un libro y abre". La Iglesia nos entrega la Escritura, y también la propia inteligencia de la Escritura, lo que es considerado una inspiración. El canon, de hecho, es un acto de la Iglesia. Sin embargo para comprender a pleno la misma Palabra es necesario no separarse de la misma Tradición en la cual ella está madurada. Los Santos, auténticos mediadores de Cristo, han vivido este íntimo legado y se han hecho contemporáneos de la Palabra. También Padre Pío ha vivido e interpretado la Palabra de Dios en el interior de su pertenencia viva en el camino de la Iglesia. Sabemos que el Padre Pío fue un director espiritual y con frecuencia ordenaba la escucha asidua de la Palabra de Dios. El mismo lo hacía. En la Palabra, el Padre Pío encontró fuerza y consuelo para vivir la propia unión con Cristo. Los primeros grupos de oración nacieron en la escucha de la Palabra. Cuando el Padre Pío recibía los pequeños grupos de personas, le gustaba formarlos mediante la Palabra. Las catequesis bíblicas tomaban en consideración las palabras de los salmos y algunos pasajes muy densos de las cartas de san Pablo. El Padre Pío buscaba en la Escritura tranquilidad y consuelo puesto que sabía que en ella podía realizar la experiencia de Dios y de su amor. Por esto, también durante la liturgia de la Palabra, entrar en diálogo con el hombre, saber que nosotros podemos responder a su Palabra salvífica.  Recorriendo el Epistolario del padre Pío, podemos observar que él cita muy frecuentemente la Sagrada Escritura, en modo particular los textos proféticos y sapienciales y también los Evangelios, los salmos y las cartas paulinas. En la Escritura encontraba también una hermenéutica de todo lo que veía en sí mismo. No es casualidad que aplique en sí, el notable fragmento del Apóstol a los Gálatas: " No soy más yo que vivo, es Cristo quien vive en mi" (Gal 2, 20). El uso que el hacía de la Escritura está perfectamente en línea con todo lo que madurará en el Concilio Vaticano II. El vive, en sí mismo, como misterio, el legado que la Dei Verbum anunciará, entre Escritura y Tradición viva de la Iglesia. En la dirección espiritual y en la formación de los primeros grupos de oración, se remitía muy frecuentemente al recurso de la Escritura, reconociendo que la Palabra de Dios era la base de la misma oración.

La centralidad del servicio y de las misiones de los laicos

Observando las intuiciones proféticas del Padre Pío, encontramos otro aspecto relevante: la centralidad en el rol de los laicos en la vida de la Iglesia. Dos de los ejemplos más evidentes son: los grupos de oración y los primeros colaboradores de la Obra de la Casa Alivio del Sufrimiento. Los grupos de oración, como está visto, nacieron como grupos constituidos por laicos, bautizados y creyentes en Cristo, pero fueron también laicos los que aportaron para la construcción de la Casa del Alivio al Sufrimiento. El Padre Pío quiso darles confianza a sus más estrechos colaboradores.
San Juan Pablo II, cuando visitó San Giovanni Rotondo el 23 de mayo de 1987 dio una lectura de algunos tramos del sacerdocio del Padre Pío a la luz del decreto conciliar Presbyterorum Ordinis. Por el Santo Pontífice ve en ello resumido y revalidado "los valores esenciales y perennes del sacerdocio, que en el Padre Pío se realizaron en modo excelente". El Padre Pío, por lo tanto, expresó los valores esenciales y perennes del sacerdocio, porque aprovechaba la comunión con Cristo. Valores que - agrega el Pontífice - no son olvidados: "Sería un grave error si, por una mala orientación al empuje de una renovación, el sacerdote olvidase los valores fundamentales, y no se puede apelar al Concilio para motivar un olvido similar" (JnPII).
El Padre Pío, sacerdote, pone al centro de la Iglesia y de la humanidad de su tiempo, la perenne actualidad del sacrificio de Cristo. Y lo hace haciéndose él mismo víctima por los propios hermanos. Una llamada que el pudo discernir en la constante, asidua y abundante referencia a la Palabra de Dios y que luego veía realizada en la Eucaristía. El Cristo encontrado en la Palabra venía a él reconocido en la Eucaristía  luego en el servicio de los hermanos.
San Juan Pablo II, comentando la Misa de Padre Pío hace referencia a esto:
" Esta oferta debe alcanzar su máxima expresión en la celebración del sacrificio eucarístico.¿ Y quién no recuerda el fervor con el cual el Padre Pío revivía en la Misa la Pasión de Cristo? De aquí, la estima que él tenía por la Misa - por él llamada "misterio tremendo" - como momento decisivo de la salvación y de la santificación del hombre mediante la participación al sufrimiento mismo del Crucificado. "Está en la Misa - decía - todo el Calvario". La Misa fue para él la "fuente y la culminación", el perno y el centro de toda su vida y de toda su obra".
Pero hay puntos ulteriores de contacto entre el Padre Pío y el Concilio. Es siempre San Juan Pablo II que nos ayuda a encontrarlos:
 "El humilde religioso acoge con docilidad la efusión del "espíritu de gracia y de consejo", del cual habla el mismo Concilio, lo que el espíritu debe consentir al pastor de almas de "ayudar a gobernar el pueblo con corazón puro" (cf. Presbyterorum Ordinis, 7). El se empeñó en particular - según otra enseñanza conciliar (cf Presbyterorum Ordinis, 9) - en la dirección espiritual, prodigándose en la ayuda de las almas a descubrir y valorizar los dones y los carismas, que Dios concede cómo y cuando quiere en su misteriosa liberalidad.

Conclusión

En Padre Pío , por lo tanto, estuvo presente la mirada del Pastor junto a una paternidad que hacía actual y operante la misericordia de Dios. (San G. R. 23 sept. 1987). Su santificación pasó ciertamente de la constante y progresiva unión con Dios, al permanecer firme en su amor, pero también del ejercicio de un ministerio volcado al servicio del hombre sufriente, en el cuerpo y en el espíritu.
Además, el modelo de Iglesia vivido por el Padre Pío, su relación con la Palabra de Dios y con la liturgia, el diálogo incesante donde los interrogantes profundos de sus contemporáneos, el desatar a tantos que estaban atrapados por los lazos de satanás, son todos factores que alimentan su camino de santidad.
El Padre Pío y la Iglesia resultan, por lo tanto, en aquel arco de la historia compartida durante el tiempo del Concilio, como aliados, en el itinerario de la santidad. Es más, el hecho que Padre Pío recibió durísimos ataques en el tiempo en el cual en la Iglesia estaba por germinar su camino conciliar, tal vez tenga un significado. Los sufrimientos vividos en modo sacerdotal por el Padre Pío, tal vez se agudizaron en la perspectiva de un místico completando en su carne lo que faltaba a la pasión de Cristo. El Padre Pío sufre y luego el 11 de octubre de 1962 se abre el Concilio. Tres años después se cierra, pero el Padre Pío no deja de sufrir, y no lo hará, a su modo también el Pontífice Paulo VI, al quien, el humilde religioso capuchino envió una carta justo unos días antes de morir.


*Teólogo bíbllico, colaborador de los grupos de oración de Padre Pio - Argentina