Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

El Padre Pío, "fotocopia de Cristo" (19).


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Como Jesús, que acogió y bendijo a los niños (cfr. Mt 19, 14-15).

Entre los preferidos de Jesús tenemos que poner a los niños. Preferidos, ¿sólo por tratarse de seres pequeños, débiles, que no poseen nada…, o también porque, con frecuencia, eran marginados en la sociedad en que le tocó vivir?
Jesús, en su predicación, se refiere de muchos modos a los niños, y los Evangelios recogen con detalle sus enseñanzas:
- Acoger a un niño en nombre de Jesús es acoger al mismo Cristo y, por tanto, al Padre del cielo: «El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado» (Lc 9, 46-50). 
- Hacerse como niños es condición para entrar en el reino de los cielos y para ser el más grande en él: «En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos» (Mt 18, 3-4).
- Escandalizar a un niño es tan grave que «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar» (Mt 18, 6).
Si son muy aleccionadoras estas enseñanzas de Jesús, no lo es menos su modo de actuar con los niños. San Marcos nos lo presenta así: «Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis… Y tomándolos en brazos los bendecía» (Mc 10, 13-16).

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El Padre Pío de Pietrelcina, sin decirlo con palabras, actuaba en relación a los niños de forma muy parecida a la de Jesús. Lo que no aportan suficientemente las biografías del Santo lo podemos descubrir, si sabemos “leer”, sobre todo en su rostro, en las muchas fotografías que nos muestran al Padre Pío o rodeado de niños, o dándoles la primera comunión, o visitándolos y repartiéndoles caramelos, o… 
Pueden sernos suficientes estas tres informaciones:
- Donato Calabrese, en su libro “Padre Pío – Siete años de misterio en Pietrelcina”, escribe: «No puede confesar porque no ha recibido la autorización del superior provincial, el padre Benedicto de San Marco in Lamis. Esta privación le hará sufrir mucho de ahora en adelante. Mientras tanto, bautiza, enseña el catecismo, tanto en el pueblo como en Piana Romana, prepara a los muchachos para las funciones parroquiales, como el rezo del rosario y la bendición eucarística vespertina. Esparce la semilla de la buena palabra y del testimonio de ser sacerdote de Cristo». Y seguro que, en esa buena palabra, no faltaría la llamada especial a los niños al rezo del rosario ante el cuadro de la Virgen de la “puerta Madonnella”, al que invitaba a los vecinos de Pietrelcina los sábados del año y durante el mes de mayo. 
- El Padre Pío, en sus visitas a los enfermos del hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, se detenía todo el tiempo que le era posible en la sección reservada a los niños, a los que acariciaba y bendecía, a los que animaba a empeñarse por superar la enfermedad, a los que pedía confiar en Jesús y encomendarse a la Virgen María…
- Y el Padre Pío, con todo lo anterior, sin olvidar los otros beneficios que su modo de actuar aportaba a los niños, buscaba sobre todo que crecieran en la fe y progresaran en el amor a Jesús y a los demás. Más aún, no dejaba de estimular a los padres en su misión de educar a los hijos, y respondía afirmativamente a los que le preguntaban si le parecía bien que se dedicaran a dar la catequesis a los niños y jóvenes. 
A una madre de familia le escribió: «Ponga en solo Dios todas sus preocupaciones, pues él tiene cuidado especialísimo de usted y de esos tres angelitos de hijos con que la ha querido adornar… Preocúpese siempre de su educación, no tanto científica cuanto moral. Téngalos en su corazón y quiéralos más que a las niñas de sus ojos. A la educación de la mente, mediante buenos estudios, procure unir siempre la educación del corazón y de nuestra santa religión; aquélla sin ésta, mi buena señora, causa una herida mortal al corazón humano».
- Y ésta fue su respuesta a quien le preguntaba si debía colaborar en la catequesis a los niños: «Sí, bendigo de corazón la obra de dar catequesis a los niños, que son las florecillas predilectas de Jesús».

Elías Cabodevilla Garde

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