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posted by Grupos Oficiales de Padre Pio Hispanoamérica on Dìa a dìa con el Padre Pio
posted by Marcela González on Dìa a dìa con el Padre Pio
1 Padre, tú amas aquello que yo temo. - Respuesta: Yo no amo el sufrimiento por el sufrimiento; lo pido a Dios, lo deseo por los frutos que me aporta: da gloria a Dios, me alcanza la salvación de mis hermanos en este destierro, libra a las almas del fuego del purgatorio, ¿y qué más quiero yo?
- Padre, ¿qué es el sufrimiento? - Respuesta: Expiación.
- Y para usted, ¿qué es? - Respuesta: Mi alimento diario, mi ¡delicia! (en LdP, p.167).
2 No queremos persuadirnos de que nuestra alma necesita el sufrimiento; de que la cruz debe ser nuestro pan de cada día.
Igual que el cuerpo necesita alimentarse, así el alma necesita día tras día de la cruz, para purificarse y separarse de las criaturas.
No queremos comprender que Dios no quiere, no puede salvarnos ni santificarnos sin la cruz, y que cuanto más atrae a un alma hacia sí, más la purifica por medio de la cruz (FSP, p.123).
3 En esta tierra cada uno tiene su cruz, pero debemos actuar de modo que no seamos el mal ladrón sino el buen ladrón (CE, p.23).
4 El Señor no puede darme un cireneo. Debo hacer sólo la voluntad de Dios; y si le agrado, lo demás no cuenta (LCS, 1 sept. 1967,4).
5 En la vida Jesús no te pide que lleves con él su pesada cruz, pero sí un pequeño trozo de su cruz, trozo que se compendia en los dolores de los hombres (FSP, p.119).
6 En primer lugar tengo que decirte que Jesús tiene necesidad de quien llore con él por la iniquidad de los hombres, y por este motivo me lleva por los caminos del sufrimiento, como me lo señalas en tu carta. Pero sea siempre bendito su amor, que sabe mezclar lo dulce con lo amargo y convertir en premio eterno las penas pasajeras de la vida (Epist.III, p.413).
7 No temas por nada. Al contrario, considérate muy afortunada por haber sido hecha digna y partícipe de los dolores del Hombre-Dios. No es abandono, por tanto, todo esto, sino amor y amor muy especial que Dios te va demostrando. No es castigo sino amor y amor delicadísimo. Bendice por todo esto al Señor y acepta beber el cáliz de Getsemaní (Epist.III, p.441).
8 Comprendo bien, hija mía, que tu Calvario te resulte cada día más doloroso. Pero piensa que Jesús ha llevado a cabo la obra de nuestra redención en el Calvario y que en el Calvario debe completarse la salvación de las almas redimidas (Epist.III, p.448).
9 Sé que sufres y que sufres mucho, pero ¿no son acaso éstas las alhajas del Esposo? (Epist.III, p.445).
10 El Señor a veces te hace sentir el peso de la cruz. Este peso te parece insoportable, y sin embargo tú lo llevas porque el Señor, en su amor y en su misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza que necesitas (CE, p.21).
11 Ciertas dulzuras interiores son cosas de niños. No son señal de perfección. No dulzuras sino sufrimiento es lo que se precisa. Las arideces, la desgana, la impotencia, éstos son los signos de un amor verdadero. El dolor es agradable. El destierro es bello porque se sufre y así podemos ofrecer algo a Dios. La ofrenda de nuestro dolor, de nuestros sufrimientos, es una gran cosa que no podemos hacer en el cielo (GB, 35).
12 Preferiría mil cruces e incluso me sería dulce y ligera toda cruz, si no tuviese esta prueba de sentirme siempre en la duda de si agrado o no al Señor en mis obras. Es doloroso vivir así... Me resigno, ¡pero la resignación, mi "fiat", me parece tan frío, tan vacío...! ¡Qué misterio! Sólo Jesús se preocupa de nosotros (AD, 93s.).
13 Ama a Jesús; ámalo mucho; pero precisamente por esto, ama cada vez más el sacrificio (GB, 61).
14 El corazón bueno es siempre fuerte; sufre pero oculta sus lágrimas, y se consuela sacrificándose por el prójimo y por Dios (CE, 23).
15 Quien comienza a amar debe estar dispuesto a sufrir (CE, 25).
16 El dolor ha sido amado con deleite por las almas grandes. Es el remedio de la creación después de la desgracia de la caída; es la palanca más potente para levantarla; es el segundo brazo del amor infinito para nuestra regeneración (ASN, 42).
17 No temas las adversidades, porque colocan al alma a los pies de la cruz y la cruz la coloca a las puertas del cielo, donde encontrará al que es el triunfador de la muerte, que la introducirá en los gozos eternos (ASN, 42).
18 Si sufres aceptando con resignación su voluntad, tú no le ofendes sino que le amas. Y tu corazón quedará muy confortado si piensas que en la hora del dolor Jesús mismo sufre en ti y por ti. El no te abandonó cuando huiste de él; ¿por qué te va a abandonar ahora que, en el martirio que sufre tu alma, le das pruebas de amor? (GF, 174).
19 Subamos con generosidad al Calvario por amor de aquél que se inmoló por nuestro amor; y seamos pacientes, convencidos de que ya hemos emprendido el vuelo hacia el Tabor (ASN, 42).
20 Manténte unida a Dios con fuerza y con constancia, consagrándole todos tus afectos, todos tus trabajos y a ti misma toda entera, esperando con paciencia el regreso del hermoso sol, cuando el Esposo quiera visitarte con la prueba de las arideces, de las desolaciones y de la noche del espíritu (Epist.III, p.670).
21 Sí, yo amo la cruz, la cruz sola; la amo porque la veo siempre en las espaldas de Jesús (Epist.I, p.235).
22 Los verdaderos siervos de Dios siempre han estimado que la adversidad es más conforme al camino que recorrió nuestro Señor, que llevó a cabo la obra de nuestra salvación por la cruz y los desprecios (Epist.IV, p.106).
23 El destino de las almas elegidas es el sufrir. El sufrimiento soportado cristianamente es la condición que Dios, autor de todas las gracias y de todos los dones que conducen a la salvación, ha establecido para concedernos la gloria (Epist.II, p.248).
24 Ama siempre el sufrimiento, que, además de ser la obra de la sabiduría divina, nos revela con mayor claridad aún la obra de su amor (ASN, 43).
25 Dejad que la naturaleza se queje ante el sufrimiento, porque, si excluimos el pecado, no hay nada más natural. Vuestra voluntad, con la ayuda divina, será siempre superior y, si no abandonáis la oración, el amor divino jamás dejará de actuar en vuestro espíritu (Epist.III, p.80).
26 La vida es un Calvario; pero conviene subirlo alegremente. Las cruces son los collares del Esposo y yo estoy celoso de ellos. Mis sufrimientos son agradables. Sufro solamente cuando no sufro (CE, 22).
27 El Dios de los cristianos es el Dios de las transformaciones. Echáis en su seno el dolor y sacáis la paz; echáis desesperación y veréis surgir la esperanza (FM, 166).
28 Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Sólo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo (FM, 166).
29 El sufrimiento de los males físicos y morales es la ofrenda más digna que puedes hacer a aquel que nos ha salvado sufriendo (Epist.III, p.482).
30 Gozo inmensamente al saber que el Señor es siempre generoso en sus caricias a tu alma. Sé que sufres, pero el sufrimiento ¿no es la prueba cierta de que Dios te ama? Sé que sufres, pero ¿no es este sufrimiento el distintivo de toda alma que ha elegido por su porción y su heredad a Dios, y a un Dios crucificado? Sé que tu alma está siempre envuelta en las tinieblas de la prueba, pero que te baste saber, mi querida hija, que Jesús está contigo y en ti (Epist.III, p.703).
31 Acepta todo dolor e incomprensión que vienen de lo Alto. Así te perfeccionarás y te santificarás (FSP, 119).
posted by Marcela González on Dìa a dìa con el Padre Pio
1 La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios... Cuando se hace bien, conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras súplicas. Cuando nos ponemos a orar a Dios, busquemos desahogar todo nuestro espíritu. Nuestras súplicas le cautivan de tal modo que no puede menos de venir en nuestra ayuda (T, 74).
2 Quiero ser solamente un pobre fraile que ora... Dios ve manchas hasta en los ángeles, ¡cuánto más en mí! (T, 58).
3 Ora y espera; no te inquietes. La inquietud no conduce a nada. Dios es misericordioso y escuchará tu oración (CE, 39).
4 La oración es la mejor arma que tenemos; es una llave que abre el corazón de Dios. Debes hablar a Jesús también con el corazón además de hacerlo con los labios; o, mejor, en algunas ocasiones debes hablarle únicamente con el corazón (CE, 40).
5 Con el estudio de los libros se busca a Dios; con la meditación se le encuentra (AdFP, 547).
6 Sed asiduos a la oración y a la meditación. Ya me habéis dicho que habéis comenzado a hacerlo. Oh Dios, ¡qué gran consuelo para un padre que os ama igual que a su propia alma! Continuad progresando siempre en el santo ejercicio del amor a Dios. Hilad cada día un poco: si es de noche, a la tenue luz de la lámpara y entre la impotencia y la esterilidad del espíritu; y si es de día, en el gozo y en la luz deslumbrante del alma (GF, 173).
7 Si puedes hablar al Señor en la oración, háblale, ofrécele tu alabanza; si no puedes hablar por ser inculta, no te disgustes en los caminos del Señor; deténte en la habitación como los servidores en la corte, y hazle reverencia. El te verá, le gustará tu presencia, favorecerá tu silencio y en otro momento encontrarás consuelo cuando él te tome de la mano (Epist.III, p.982).
8 Este modo de estar en la presencia de Dios, únicamente para expresarle con nuestra voluntad que nos reconocemos siervos suyos, es muy santo, excelente, puro y de una grandísima perfección (Epist.III, p.982).
9 Cuando te encuentres cerca de Dios en la oración, ten presente tu realidad: háblale si puedes; y si no puedes, párate, hazte ver y no te busques otras preocupaciones (Epist.III, p.983).
10 Las oraciones, que tú me pides, no te faltan nunca, porque no puedo olvidarme de ti que me cuestas tantos sacrificios. Te he dado a luz a la vida de Dios con el dolor más intenso del corazón. Estoy seguro de que en tus plegarias no te olvidarás del que lleva la cruz por todos (Epist.III, p.983).
11 El mejor consuelo es el que viene de la oración (GC, 38).
12 Salvar las almas orando siempre (LCS, 1 oct.1971, 30).
13 La oración debe ser insistente, ya que la insistencia pone de manifiesto la fe (AdFP, 553).
14 Las oraciones de los santos en el cielo y las de los justos en la tierra son perfume que no se perderá jamás (GF, 175).
15 Yo no me cansaré de orar a Jesús. Es verdad que mis oraciones son más dignas de castigo que de premio, porque he disgustado demasiado a Jesús con mis incontables pecados; pero, al final, Jesús se apiadará de mí (Epist.I, p.209).
16 Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas por la recta intención y la buena voluntad (AdFP, 552).
17 Reflexionad y tened siempre ante los ojos de la mente la gran humildad de la Madre de Dios y Madre nuestra. En la medida en que crecían en ella los dones del cielo, ahondaba cada vez más en la humildad (Epist.II, p.419).
18 Como las abejas que sin titubear atraviesan una y otra vez las amplias extensiones de los campos, para alcanzar el bancal preferido; y después, fatigadas pero satisfechas y cargadas de polen, vuelven al panal para llevar a cabo allí en una acción fecunda y silenciosa la sabia transformación del néctar de las flores en néctar de vida: así vosotros, después de haberla acogido, guardad bien cerrada en vuestro corazón la palabra de Dios. Volved a la colmena, es decir, meditadla con atención, deteneos en cada uno de los elementos, buscad su sentido profundo. Ella se os manifestará entonces con todo su esplendor luminoso, adquirirá el poder de destruir vuestras naturales inclinaciones hacia lo material, tendrá el poder de transformarlas en ascensiones puras y sublimes del espíritu, y de unir vuestro corazón cada vez más estrechamente al Corazón divino de vuestro Señor (GF, 196s.).
19 El alma cristiana no deja pasar un solo día sin meditar la pasión de Jesucristo (OP).
20 Para que se dé la imitación, es necesaria la meditación diaria y la reflexión frecuente sobre la vida de Jesús; de la meditación y de la reflexión brota la estima de sus obras; y de la estima, el deseo y el consuelo de la imitación (Epist.I, p.1000).
21 Ten paciencia al perseverar en este santo ejercicio de la meditación y confórmate con comenzar dando pequeños pasos, hasta que tengas dos piernas para correr, y mejor, alas para volar; conténtate con obedecer, que nunca es algo sin importancia para un alma que ha elegido a Dios por su heredad; y resígnate a ser por el momento una pequeña abeja de la colmena que muy pronto se convertirá en una abeja grande, capaz de fabricar la miel.
Humíllate siempre y amorosamente ante Dios y ante los hombres, porque Dios habla verdaderamente al que se presenta ante él con un corazón humilde (Epist.III, p.980).
22 No puedo, pues, admitir y, como consecuencia, dispensarte de la meditación sólo porque te parezca que no sacas ningún provecho. El don sagrado de la oración, mi querida hija, lo tiene el Salvador en su mano derecha; y a medida que te vayas vaciando de ti misma, es decir, del amor al cuerpo y de tu propia voluntad, y te vayas enraizando en la santa humildad, el Señor lo irá comunicando a tu corazón (Epist.III, p.979s.).
23 La verdadera causa por la que no siempre consigues hacer bien tus meditaciones yo la descubro, y no me equivoco, está en esto: Te pones a meditar con cierto nerviosismo y con una gran ansiedad por encontrar algo que pueda hacer que tu espíritu permanezca contento y consolado; y esto es suficiente para que no encuentres nunca lo que buscas y no fijes tu mente en la verdad que meditas. Hija mía, has de saber que cuando uno busca con prisas y avidez un objeto perdido, lo tocará con las manos, lo verá cien veces con sus ojos, y nunca lo advertirá.
De esta vana e inútil ansiedad no te puede venir otra cosa que no sea un gran cansancio de espíritu y la incapacidad de la mente para detenerse en el objeto que tiene presente; y la consecuencia de esta situación es cierta frialdad y sin sentido del alma, sobre todo en la parte afectiva.
Para esta situación no conozco otro remedio fuera de éste: salir de esta ansiedad, porque ella es uno de los mayores engaños con los que la virtud auténtica y la sólida devoción pueden jamás tropezar; aparenta enfervorizarse en el bien obrar, pero no hace otra cosa que entibiarse, y nos hace correr para que tropecemos (Epist.III, p.980s.).
24 El que no medita puede hacer como el que no se mira nunca al espejo, que no se preocupa de salir arreglado. Puede estar sucio sin saberlo.
El que medita y piensa en Dios, que es el espejo de su alma, busca conocer sus defectos, intenta corregirlos, se reprime en sus impulsos y pone su conciencia a punto (AdFP, 548).
25 No sé ni compadecerte ni perdonarte el que con tanta facilidad dejes la comunión y también la santa meditación. Recuerda, hija mía, que no se llega a la salvación si no es por medio de la oración; y que no se vence en la batalla si no es por la oración. A ti te corresponde, pues, la elección (Epist.III, p.414).
26 En cuanto a lo que me dices que sientes cuando haces la meditación, has de saber que es un engaño del diablo. Estáte, pues, atenta y vigilante. No dejes jamás la meditación por este motivo; de otro modo, convéncete de que muy pronto serás vencida por completo (Epist.III, p.405).
27 Tú, mientras tanto, no te aflijas hasta el extremo de perder la paz interior. Ora con perseverancia, con confianza y con la mente tranquila y serena (Epist.III, p.452).
28 Rogad por los malos, rogad por los fervorosos, rogad por el Sumo Pontífice y por todas las necesidades espirituales y temporales de la santa Iglesia, nuestra tiernísima madre; y elevad una súplica especial por todos los que trabajan por la salvación de las almas y por la gloria del Padre celestial (Epist.II, p.70).
Fuente: "Buenos Dìas, un pensamiento para cada dìa." Escritos originales de Padre Pio