Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

del Epistolario II : La Dirección espiritual...


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... volvemos a proponer aquí en síntesis la cuidada investigación hecha por el padre Gerardo Di Flumeri limitada a la correspondencia del Padre Pío con doña Raffaelina.
Es la conferencia leída por el autor en el primer congreso de estudio sobre la espiritualidad del Padre Pío (San Giovanni Rotondo: 1-6 de mayo de 1972) . En lugar de publicarla íntegramente pensamos que sea suficiente retomar los títulos con los textos más significativos.

1. Necesidad
En primer lugar debemos decir que el Padre Pío tiene en gran estima la dirección espiritual. Ve la necesidad desde un doble punto de vista: a) desde el punto de vista del alma dirigida, está convencido de que cuanto más ella avanza por el camino de la perfección, tanto más necesita de la ayuda del director; b) desde el punto de vista del director, y aquí la doctrina del Padre Pío es más rica y original. Siente la dirección espiritual como una exigencia de ese espíritu apostólico que debe animar a todo sacerdote; es más, hace entender claramente que para él la dirección espiritual era un fruto de su caridad sobrenatural.

2. Elementos
Analizando las 56 cartas escritas por el Padre Pío a doña Raffaelina, sin la pretensión de ser exhaustivos, podemos reducir los elementos constitutivos de su dirección a los siguientes.

a. Relación de afecto sobrenatural. Se ha dicho que un alma difícilmente se abre completamente con su director, si este no se ha ganado su estima, su confianza, su afecto. Y bien, el Padre Pío tiene el don de saberse ganar la estima y la confianza total del alma que dirige. Nótese, sin embargo, que esta relación no tiene nada de natural, sino que tiene un carácter eminente y exclusivamente sobrenatural. El Padre Pío lo hace notar repetidamente a su discípula.

b. Participación en las vicisitudes de su discípula. Esta relación sobrenatural no priva a la dirección del Padre Pío de ese afecto de cordialidad que, en un plano humano, confiere mayor credibilidad a la dirección misma. Es más el Padre Pío participa viva y cordialmente de todas las vicisitudes espirituales y temporales, alegres y tristes de doña Raffaelina. Al respecto existen páginas bellísimas que muestran claramente el rostro humano, el corazón paterno y la caridad afectiva del director.

c. La acción del Espíritu Santo. Poner en evidencia la acción del Espíritu Santo, que permanece siempre como el único verdadero maestro y el único verdadero director de las almas; hacer ver el camino de la gracia que trabaja dulce y silenciosamente en el corazón de los fieles, es obra que requiere intuición, discernimiento y santidad. Y el Padre Pío no ha mínimamente descuidado este elemento importante en el progreso del alma hacia la perfección.

En ese particular período de la purificación de los sentidos, en que el alma dirigida se ve perdida como en una noche profunda y en la oscuridad más espesa, el director le hace comprender cuál era la acción del Espíritu Santo, cuál es el trabajo secreto de la gracia, y le indica la meta última de ese modo de actuar del Esposo divino.

d. Desenmascarar las insidias de Satanás. Satanás no permanece sin actuar; con la astucia que le es habitual busca toda ocasión para volver ineficaz la acción de la gracia, para arrojar el alma al descarrío, para confundir las ideas.
Doña Raffaelina, desanimada por las inevitables dificultades que aparecen en el camino de la perfección, sentía compasión de ella misma, no viendo otra cosa que soberbia y caídas; pero, por otra parte, inundada por grandes gracias divinas, tenía siempre temor de no corresponderle adecuadamente. El Padre Pío intervenía siempre intempestivamente y ponía las cosas en su lugar, de modo que el alma continuase su itinerario espiritual.

e. Carácter franco y sincero. Recordamos solamente un episodio, entre los muchos que se podría citar y que se verán en la correspondencia aquí publicada. Obligada a dejarle a su hermano la casa paterna, que no obstante le había tocado en herencia, doña Raffaelina desde hacía siete años vivía en una casa alquilada; buscaba, sin embargo, una casa conveniente, en la que vivir mejor junto con la hermana Giovina.

Presentó este proyecto a su director, rogándole que suplique a Jesús, para que manifestara su voluntad. El Padre Pío, intentando todo el supremo bien espiritual de su discípula, expuso con claridad, sinceridad y franqueza su punto de vista, pero la discípula no logró en esa circunstancia mantenerse calma y se lamentó del mal cariz que tomaba el asunto.

La respuesta del director fue inmediata:
No puedo pues esta vez ahorrarte un dulce y fraterno reproche […].
Dios te perdone; esta vez has metido mucho la pata. Cuídate de ahora en más de no recaer en semejantes extravagancias (21.6.1914).

3. Método pedagógico
También en este tema nos limitamos a indicar algunas líneas esenciales que ponen de relieve la pedagogía espiritual desarrollada por el Padre Pío en las cartas presentadas por nosotros en este volumen.

a. Intuición psicológica. El Padre Pío sabe adaptarse a las condiciones personales del alma dirigida, presenta la perfección cristiana más desde un punto de vista positivo que negativo y estimula el amor propio del alma que dirige, de manera tal que la empuja a comprometerse totalmente en el camino de la perfección.

b. Estructura teológica. Subrayamos dos aspectos particulares al respecto. El primero se refiere al desarrollo de las virtudes teologales; y ello no tanto porque el Padre Pío enuncie principios, de los cuales resulta que Dios es el centro de su dirección espiritual, sino porque pone todo esfuerzo en desarrollar, en el alma que dirige, la gracia y las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, orientándola siempre hacia estas fuerzas sobrenaturales.
El segundo aspecto al que se aludía es que el desarrollo de las virtudes teologales, por deseo del Padre Pío, sucede en una atmósfera de espiritualidad franciscana, que se concretiza en algunas virtudes morales, típicas de todo seguidor del Pobrecillo de Asís, cuyo ejercicio se recomienda fervientemente.

c. Lo concreto. La dirección espiritual, bien estructurada desde el punto de vista teológico y sostenida por una providencial intuición psicológica, no se mueve con un programa abstracto y sobre principios solamente, sino sobre un plano concreto y aplicaciones prácticas de los mismos principios.
Este sentido de lo concreto impulsa al Padre Pío, en primer lugar, a proyectar al alma la gradualidad del camino en la vía de la perfección, haciéndole comprender que recorrerá este camino de a poco, progresiva y fatigosamente según los designios de Dios. En segundo lugar luego, precisamente para asegurar ese itinerario, el Padre Pío fomenta en su discípula una intensa vida espiritual, proponiendo y aconsejando los medios ascéticos tradicionales, si se quiere, pero que bajo su pluma y de sus labios adquieren un sabor del todo particular.

d. Hacia la meta. Podemos decir que el Padre Pío presenta en sus cartas la perfección cristiana como la conquista más noble que se pueda desear y efectuar, y en consecuencia dirige al alma, pidiéndole el heroísmo. Convencido que su discípula estaba llamada al último grado de perfección, no solamente se lo dice con claridad, sino que se propone prepararla, acompañándola siempre, para alcanzar la altísima meta de la unión amorosa con Dios, sabiendo bien que ha recibido de Dios mismo el encargo de presentarla al Esposo divino, como virgen casta de mente y cuerpo.

e. El estilo. Reflexionando sobre las enseñanzas de la correspondencia, nos parece poder afirmar que el Padre Pío se haya servido en su método pedagógico de la dirección de un estilo mayormente noble, delicado y señoril, tanto cuando aconseja como cuando ordena, tanto cuando reprende como cuando anima, tanto cuando se lamenta como cuando exulta. Esta nobleza lo impulsa a respetar la libertad de los otros, incluso cuando manifiesta el propio parecer, divergente y contrario; y además influye sobre el mismo estilo literario, también digno y delicado en las expresiones.

4. Eficacia
Llegados a este punto, debemos examinar en concreto los resultados prácticos de esa dirección y las motivaciones de la innegable eficacia de la misma.
a. Dos puntos de referencia. Ciertamente la eficacia de la dirección del Padre Pío se la puede ver sea desde el punto de vista inmediato, como era el de consolar el alma y llevarle paz y tranquilidad; sea desde el punto del efecto último, como es el de alcanzar la meta de la propia vocación a la santidad.
Por lo que se refiere a la paz y la tranquilidad del alma, es necesario recordar que doña Raffaelina atravesaba un período agudo de crisis espiritual, lleno de incertidumbres, de dudas y de angustias; que se hizo más intrincado por un complejo de circunstancias (enfermedad de la hermana Giovina, discordias con su hermano, suicidio del marido de la sobrina, etc.) que cortaba el aliento, quitaba la paz del alma, agravaba la situación día a día. Y bien, el Padre Pío fue el más grande artífice de la tranquilidad del alma amargada y probada; casi todas sus cartas contiene repetidas invitaciones al consuelo, a la calma, a la paz, invitaciones y exhortaciones que obtenían su efecto, como con corazón agradecido reconocía doña Raffaelina, jamás defraudada en sus esperas.
No menos eficaz fue la dirección, si se considera el efecto último de la acción directiva, es decir la de alcanzar la meta de la perfección cristiana. Si bien no se está en grado de establecer cuál haya sido el grado alcanzado en la escala mística de aquella alma privilegiada, es cierto que, gracias a la iluminada dirección del Padre Pío, superó la prueba de la purificación sensible y atravesó el período aún más doloroso de la purificación espiritual.

b. Explicación de la eficacia. Queriéndonos detener brevemente en los elementos constitutivos de la eficacia de la dirección, así como nos parece poder recogerla de la correspondencia epistolar, indicaremos sólo tres.

1. Sólida preparación doctrinal. Se trata antes que nada de una preparación teológica bien enraizada en la doctrina tradicional; de un conocimiento bíblico poco común, sustentadas por las enseñanzas «de su tan querido apóstol Pablo»; y de una segura ciencia y experiencia ascético-mística.

2. Sobrenatural aliento de santidad. Esto emana de todas las cartas, y el alma dirigida se sentía llevada hacia el mismo ideal. No podemos en estas notas introductorias siquiera citar algunas de las páginas más bellas emanadas del mundo sobrenatural y sus exigencias, tanto por parte del director como por parte de la dirigida. Enumeramos apenas algunos de los temas más sugestivos: deseo de morir, deseo de paz, amor-dolor, la eucaristía, la Virgen, el ángel custodio, el misterio de la cruz. En este punto entra la consideración de la experiencia mística del director, que no escapaba al alma dirigida y que encontraba siempre nuevos estímulos y nuevas confirmaciones.

3. Iluminación particular. El Padre Pío tiene la conciencia de transmitir exhortaciones, consejos, normas, doctrinas tomadas la más de las veces no de la industria humana sino de las mociones divinas, de iluminación suprema, de revelaciones del Señor. Es uno de los rasgos más característicos de su dirección y quizás fue este el factor que más que todos confirió eficacia a su acción. Conocimiento que le da autoridad y lo hace hablar de manera segura, cierta y a veces casi catedrática.

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