Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Oramos sin fronteras II


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Por la señal de la Santa Cruz
De nuestros enemigos
Líbranos Señor Dios nuestro.

†En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

1 Invocación

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu Creador
y renueva la faz de la tierra.

Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.

Por Cristo nuestro Señor.
Amén.


Dios nuestro, acudimos hoy a tu misericordia implorando piedad para este mundo ingrato. De la mano de María, elevamos con fe y fervor nuestras plegarias.

2 Magnificat

« Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre »

(Lc 1, 46-55).

3. Leemos en la carta Encíclica  “Redemptoris Mater” del Papa San Juan Pablo II

La dimensión mariana de la vida de un discípulo de Cristo se manifiesta de modo especial precisamente mediante esta entrega filial respecto a la Madre de Dios, iniciada con el testamento del Redentor en el Gólgota. Entregándose filialmente a María, el cristiano, como el apóstol Juan, « acoge entre sus cosas propias » 130 a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su « yo » humano y cristiano: « La acogió en su casa » Así el cristiano, trata de entrar en el radio de acción de aquella « caridad materna », con la que la Madre del Redentor « cuida de los hermanos de su Hijo »,131 « a cuya generación y educación coopera » 132 según la medida del don, propia de cada uno por la virtud del Espíritu de Cristo. Así se manifiesta también aquella maternidad según el espíritu, que ha llegado a ser la función de María a los pies de la Cruz y en el cenáculo.

Esta relación filial, esta entrega de un hijo a la Madre no sólo tiene su comienzo en Cristo, sino que se puede decir que definitivamente se orienta hacia él. Se puede afirmar que María sigue repitiendo a todos las mismas palabras que dijo en Caná de Galilea: « Haced lo que él os diga ». En efecto es él, Cristo, el único mediador entre Dios y los hombres; es él « el Camino, la Verdad y la Vida » (Jn 4, 6); es él a quien el Padre ha dado al mundo, para que el hombre « no perezca, sino que tenga vida eterna » (Jn 3, 16). La Virgen de Nazaret se ha convertido en la primera « testigo » de este amor salvífico del Padre y desea permanecer también su humilde esclava siempre y por todas partes. Para todo cristiano y todo hombre, María es la primera que « ha creído », y precisamente con esta fe suya de esposa y de madre quiere actuar sobre todos los que se entregan a ella como hijos. Y es sabido que cuanto más estos hijos perseveran en esta actitud y avanzan en la misma, tanto más María les acerca a la « inescrutable riqueza de Cristo » (Ef 3, 8). E igualmente ellos reconocen cada vez mejor la dignidad del hombre en toda su plenitud, y el sentido definitivo de su vocación, porque « Cristo ... manifiesta plenamente el hombre al propio hombre ».133

Esta dimensión mariana en la vida cristiana adquiere un acento peculiar respecto a la mujer y a su condición. En efecto, la feminidad tiene una relación singular con la Madre del Redentor … Aquí sólo deseo poner de relieve que la figura de María de Nazaret proyecta luz sobre la mujer en cuanto tal por el mismo hecho de que Dios, en el sublime acontecimiento de la encarnación del Hijo, se ha entregado al ministerio libre y activo de una mujer. Por lo tanto, se puede afirmar que la mujer, al mirar a María, encuentra en ella el secreto para vivir dignamente su feminidad y para llevar a cabo su verdadera promoción. A la luz de María, la Iglesia lee en el rostro de la mujer los reflejos de una belleza, que es espejo de los más altos sentimientos, de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir a los más grandes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo.


3. Oración de san Bernardo
Mira la estrella, invoca a María

¡Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme,
arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta estrella.

Si el viento de las tentaciones se levanta,
si el escollo de las tribulaciones se interpone en tu camino,
mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo,
de la ambición, de la murmuración, de la envidia,
mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros
sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes,
confuso ante las torpezas de tu conciencia,
aterrorizado por el miedo del Juicio,
comienzas a dejarte arrastrar por el torbellino de tristeza,
a despeñarte en el abismo de la desesperación, piensa en María.
Si se levantan las tempestades de tus pasiones,
mira a la Estrella, invoca a María.
Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu,
levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María.
Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación,
lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás.
Y guiado por Ella llegarás al Puerto Celestial.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón;
y para alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás,
pensando en Ella, evitarás todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer;
si Ella te conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin.
Y así verificarás, por tu propia experiencia,
con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.


4. Consagración al Inmaculado Corazón de María del Papa Pío XII

¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.

En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

Vos, oh Madre de misericordia, impetradnos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dadle la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.

Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haced que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Dad la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.

Obtened paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en El todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, para que vuestro amor y patrocinio aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a Otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.


5. Acto de reparación al Inmaculado Corazón de María

 ¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro Santísimo nombre y vuestras excelsas prerrogativas! Aquí tenéis, postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de vuestro amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.

Aceptad, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias. Concededme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.

Rezarmos tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres.


6. Recitamos  las siguientes jaculatorias:


-¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!

-Refugio de pecadores, rogad por nosotros.

¡-Oh dulce Corazón de María, sed la salvación del alma mía!


 7. Padrenuestro ,Avemaría, y Gloria por las intenciones del Papa.


8.. Letanías al Inmaculado Corazón de María

Señor, ten piedad...
Cristo, ten piedad...
Señor, ten piedad...
Cristo, oyenos.
Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial,
                  Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo,
                  Ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
                  Ten piedad de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios,
                  Ten piedad de nosotros.

Santa María ruega por nosotros
Corazón Inmaculado de María,                           "         
Corazón Inmaculado de María, lleno de gracia
Corazón Inmaculado de María, vaso del amor más puro
Corazón Inmaculado de María, consagrado íntegro a Dios
Corazón Inmaculado de María, preservado de todo pecado
Corazón Inmaculado de María, morada de la Santísima Trinidad
Corazón Inmaculado de María, delicia del Padre en la Creación
Corazón Inmaculado de María, instrumento del Hijo en la Redención
Corazón Inmaculado de María, la esposa del Espíritu Santo
Corazón Inmaculado de María, abismo y prodigio de humildad
Corazón Inmaculado de María, medianero de todas las gracias
Corazón Inmaculado de María, latiendo al unísono con el Corazón de Jesús
Corazón Inmaculado de María, gozando siempre de la visión beatífica
Corazón Inmaculado de María, holocausto del amor divino
Corazón Inmaculado de María, abogado ante la justicia divina
Corazón Inmaculado de María, traspasado de una espada
Corazón Inmaculado de María, coronado de espinas por nuestros pecados
Corazón Inmaculado de María, agonizando en la Pasión de tu Hijo
Corazón Inmaculado de María, exultando en la resurrección de tu Hijo
Corazón Inmaculado de María, triunfando eternamente con Jesús
Corazón Inmaculado de María, fortaleza de los cristianos
Corazón Inmaculado de María, refugio de los perseguidos
Corazón Inmaculado de María, esperanza de los pecadores
Corazón Inmaculado de María, consuelo de los moribundos
Corazón Inmaculado de María, alivio de los que sufren
Corazón Inmaculado de María, lazo de unión con Cristo
Corazón Inmaculado de María, camino seguro al Cielo
Corazón Inmaculado de María, prenda de paz y santidad
Corazón Inmaculado de María, vencedora de las herejías
Corazón Inmaculado de María, de la Reina de Cielos y Tierra
Corazón Inmaculado de María, de la Madre de Dios y de la Iglesia
Corazón Inmaculado de María, que por fin triunfarás


Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
  Perdónanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
  Escúchanos Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
  Ten piedad de nosotros.

V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo

Oremos

Tú, que nos has preparado en el Corazón Inmaculado de María, una digna morada de tu Hijo Jesucristo, concédenos la gracia de vivir siempre conformes a sus enseñanzas y de cumplir sus deseos.

Por Cristo tu Hijo, Nuestro Señor. Amen


Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar; socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador ».

Amén



Grupos y devotos de san Pio de Pietrelcina   (habla hispana)   28 de Marzo – 15.30 hs

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