Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Sorprendente también para los médicos.


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Son muchas las "bilocaciones" (hacerse presente en otros lugares sin abandonar el lugar de residencia) que se le atribuyen al Padre Pío de Pietrelcina durante su vida en esta tierra. De algunas de ellas no cabe dudar, porque es el Fraile capuchino el que da testimonio de las mismas, por ejemplo en junio de 1921, ante las preguntas del Visitador Apostólico Mons. Rafael Carlos Rossi, después de haber jurado decir la verdad ante el libro de los Evangelios. Las que el Señor le concedió realizar a Raffaelina Cerase, a Giovina Cerase, a María Grazia Massa… tienen lugar cuando están viviendo momentos especialmente dolorosos de su enfermedad, para llevarles consuelo y esperanza.
En el testimonio que ahora presentamos, de nuestro siglo XXI, la presencia de San Pío de Pietrelcina, significada por una estampa suya, llevó algo más que consuelo.
 *** * ***

«El Señor sigue actuando por medio del Padre Pío y éste es un caso más entre otros muchos. A una amiga, en diciembre del 2010, los médicos le diagnosticaron una septicemia gravísima, más difícil de curar en ella porque era alérgica a los antibióticos. Cuando fui a visitarla, la encontré en la UCI y los médicos acababan de pedir a los familiares de la enferma que no se marcharan porque probablemente no pasaría la noche.
Me permitieron entrar a verla, le coloqué una estampa con reliquia del Padre Pío bajo la almohada, oré al Santo pidiendo la curación de mi amiga y rogué a la enfermera que cuidara de que la estampa no se cayera ni se perdiera.
Tuve que salir de viaje; y, al pedir información por teléfono, me dijeron que los médicos estaban sorprendidos porque la enferma había pasado la noche y estaba respondiendo positivamente. Yo y mi marido seguimos orando al Padre Pío por ella.
Su situación era muy delicada: no coordinaba el habla, no lograba escribir y hasta firmar se le había olvidado. Y sólo después de tres meses logró bajarse de la cama y dar sus primeros pasos. Al preguntar al doctor si, en su recuperación, lograría andar, le respondió afirmativamente, pero siempre con ayuda de andador, bastón o muletas.
Nos contó a mi marido y a mí lo que, según ella, no podría decir a otros porque la tendrían por loca. Al salir de la sedación, estando en la UCI, sintió repetidas veces en su mente el nombre de Pío, sin comprenderlo porque no conocía a nadie que se llamara así. Y a los pocos días vio a un fraile con barba delante de una rueda, detrás de la cual estaba el demonio.
Hoy día, desde hace más de una año, hace vida normal, sin ninguna ayuda, subiendo y bajando en los autobuses sin ningún problema.
Más aún: un año antes la habían operado de cáncer de colon y, en la última revisión, los médicos encontraron que todo estaba bien».
 Felisa María Celada
Madrid ( España)

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