Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Noviembre: días 10 al 16.


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10.  No sólo no tengo que repetirte que, al marcharte de Casacalenda, devuelvas la visita a tus conocidas, sino que lo considero una gravísima obligación. La piedad es útil para todo y se adapta a todo según las circunstancias, menos a lo que sea pecado. Devuelve las visitas y tendrás también el premio de la obediencia y la bendición del Señor (Epist.III, p.427).

11.  Yo deseo que todas las estaciones del año se encuentren en vuestras almas; que a veces experimentéis el invierno de muchas esterilidades, distracciones, desganas y aburrimientos; otras, los rocíos del mes de mayo con el perfume de las santas florecillas; entre los calores, el deseo de agradar a nuestro divino Esposo. No queda, pues, más que el otoño, en el que no veis grandes frutos; pero sucede con mucha frecuencia que, a la hora de trillar los cereales y de pisar las uvas, uno se encuentra con cosechas mucho mayores que las que prometían las siegas y las vendimias. Vosotros querrías que todo sucediese en primavera y en verano; pero no, mis queridísimas hijas, es necesario que existan también estas vicisitudes tanto en el interior como en el exterior. En el cielo todo será primavera en cuanto a la belleza, todo será otoño en el gozo, todo será verano en el amor. No habrá ningún invierno; pero aquí el invierno es necesario para ejercitarse en la abnegación y en las mil virtudes, pequeñas pero bellas, que se practican en tiempos de esterilidad (Epist.III, p.587s.).

12.  Os lo suplico, mis queridas hijas, por el amor de Dios: no tengáis miedo a Dios porque él no quiere haceros mal alguno; amadlo mucho porque os quiere hacer un gran bien. Caminad sencillamente con la seguridad de que acertáis en vuestras decisiones, y rechazad como crueles tentaciones esas reflexiones espirituales que hacéis de vuestros males (Epist.III, p.569).

13.  Entregaos totalmente, mis amadísimas hijas, en las manos de nuestro Señor, ofreciéndole los años que os restan de vida y rogadle siempre que los emplee y se sirva de ellos en aquella forma de vida que más le agrade. No inquietéis vuestro corazón con vanas promesas de sosiego, de agrado y de méritos, sino presentad a vuestro divino Esposo vuestros corazones totalmente vacíos de todo otro afecto que no sea su casto amor, y pedidle que lo llene, limpia y sencillamente, de los impulsos, deseos y voluntad que sean de su agrado, para que vuestro corazón, como una madreperla, no conciba más que con el rocío del cielo y no con el agua del mundo; y veréis que Dios os ayudará y que haréis mucho, tanto al elegir como al actuar (Epist.III, p.569).

14.  El Señor os bendiga y os haga menos pesado el yugo de la familia. Sed siempre buenos. Recordad que el matrimonio comporta obligaciones difíciles que sólo la gracia de Dios pude hacerlas fáciles. Mereced siempre esta gracia y que el Señor os conserve hasta la tercera y cuarta generación (AD, 169).

15.  En la familia sé alma de convicciones profundas, y sonríe en la abnegación y en la inmolación constante de toda tu persona (ASN, 43).

16.  La abnegación más importante es la que se practica en el hogar doméstico (FM, 167).

 (Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

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