Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Los carismas de Padre Pio,


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El perfil humano del padre Pío quedó delineado en las breves pinceladas que trazó sobre su carácter el padre Donato de Welle, Superior General de la Orden de los Capuchinos desde 1938 hasta 1946. Consideró como uno de los asuntos graves de su gobierno el caso padre Pío, y pudo estudiarlo con toda efectividad durante los ocho años que duró su mandato.
Según cuenta él mismo, reunió toda la documentación que le fue posible; consultó a cuantas personas juzgó conveniente; invocó, como él dice, al Espíritu Santo; fue en muy diversas ocasiones a San Giovanni Rotondo, y en algunas de ellas permaneció en ese convento varios días,

“a fin de darse cuenta exacta de todo cuanto tuviese alguna relación con el padre Pío y con el ambiente que le rodeaba”.

Veinticinco años más tarde, después de haber podido someter a reposada reflexión todas sus impresiones, en escrito del día 3 de marzo de 1970, emite el siguiente dictamen:

“Después de haber realizado todo género de experiencias y pruebas en todo orden de cosas, he podido llegar a la conclusión de que el padre Pío era un hombre absolutamente normal y totalmente sano de espíritu, y quedé en la certeza de que estaba dotado de una sencillez y sinceridad tales que le hacían incapaz de engañar a nadie: un hombre que no diría nunca un sí en el caso en que debiera decir no. Esta constatación me ha servido de pauta al examinar el presente caso y me ha proporcionado una garantía grandísima de acierto. Aproveché cuantas ocasiones tuve para estudiar y someter a experiencias al padre Pío, a quien cada vez aprecio más por la práctica heroica de las virtudes que creo ejercitó”.
“Puedo y debo asegurar que en todos los contactos que he tenido con él, he quedado profundamente impresionado, al observar sobre todo la práctica de las virtudes siguientes:
Serenidad de alma, siempre y dondequiera.
Humildad sincera, al no hablar nunca de sí mismo.
En las conversaciones, jamás tenía palabras desabridas o de críticas acerbas, particularmente contra los que de alguna manera le habían ofendido.
Vivía en recogimiento interior habitual, pero en las recreaciones era alegre y espontáneo, sabiendo entremezclar palabras triviales con otras más o menos serias o jocosas o menos convenientes.
Sentía verdadero afecto por los superiores y profesaba obediencia y sumisión hacia toda clase de autoridades eclesiásticas o religiosas.
Su piedad era sincera, modesta, sin énfasis de ninguna clase.
Cuanto acabo de referir se apoya en la experiencia personal mía durante mis funciones de General, que se prolongaron dos años más de lo debido a causa de la guerra mundial.
Personalmente debo añadir que considero al padre Pío como un gran santo. Lo tengo presente en toda mi vida de apostolado y en el confesonario, y cada mañana celebro la Santa Misa en unión con él.
Debo cerrar esta breve relación, afirmando que cuanto queda redactado, lo he escrito en conciencia, delante de Dios, sujetándome en todo a la verdad ”.

Anotamos con gusto esta descripción que hace del padre Pío el padre General, Donato de Welle, fijándose principalmente en sus cualidades humanas. Es muy importante fijarnos en este aspecto de la vida del padre Pío teniendo en cuenta los fenómenos tan extraordinarios que vamos a relatar en este capítulo y en el siguiente.

Los dones carismáticos de que Dios le dotó son tan fuera de serie que fácilmente podríamos considerar al padre Pío como a un místico que viviera muy por encima de nuestras condiciones humanas, como un ser un tanto etéreo, como un santo prefabricado, muy alejado de nuestras formas de ser de pobres humanos. Los carismas del padre Pío nos podrían deslumbrar; por esto debemos tener presente el lado humorístico, sencillo, humano y normal de nuestro héroe estigmatizado.

Admiramos, por encima de todo, la obra del Señor, que a un hombre tan normal, tan perfectamente cabal, le ha dotado de carismas extraordinarios e incomprensibles; todo y sólo para manifestar la presencia de Dios entre nosotros.

Los carismas del padre Pío.

Por carisma no entendemos aquí cualquiera de esas manifestaciones referentes a acciones ordinarias, mediante las cuales el Espíritu Santo obra en los miembros del Cuerpo Místico de Cristo; son normales en la vida de la Iglesia. Entendemos aquí por carisma los dones místicos, las gracias extraordinarias que concede Dios, de cuando en cuando, a ciertas almas de forma muy llamativa, generalmente con la finalidad de confirmar el mensaje personal, anteriormente comunicado a ellas; son como los signos externos, como las cartas credenciales que avalan ante los hombres la veracidad de su mensaje.

En el caso concreto del padre Pío, estos carismas, o mensajes visibles, acreditan la Misión Grandísima comunicada a él por nuestro Señor.

Expondremos brevemente:

los carismas de sus llagas;
los éxtasis o visiones;
la bilocación;
la escrutación” o conocimiento de las conciencias.
las curaciones a él atribuidas.

(Continuará)

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