Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Junio: días 2 al 8.


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2. Con conmovido reconocimiento contemplemos aquel sublime misterio que atrae fuertemente al Corazón de Jesús hacia su criatura; meditemos la gran condescendencia con la que asume nuestra misma carne para vivir en medio de nosotros la mísera vida de la tierra; reunamos todas las posibilidades de la inteligencia para considerar de forma digna el tenaz fervor y los rigores de su apostolado, para recordar los horrores de su pasión y de su martirio, para adorar su sangre... ofrecida de forma regia hasta la última gota por la redención del género humano; y después, con humilde fe, con el mismo ardiente amor con que él envuelve y persigue nuestras almas, inclinemos nuestra frente manchada ante sus pies.

3. Jesús, tú vienes siempre a mí. ¿Con qué te debo alimentar?... ¡Con el amor! Pero mi amor es engañoso. Jesús, te quiero muchísimo. Suple mi falta de amor.

4. No ceso de implorar a Jesús sus bendiciones para vosotras y de pedir al Señor que os transforme enteramente en él. ¡Hijas mías!, ¡qué bello es su rostro, qué dulces sus ojos, y qué bueno es estar junto a él en el monte de su gloria! Allí debemos poner todos nuestros deseos y nuestros afectos. Nosotros somos, en contra de todo merecimiento,  sus peldaños del Tabor, si tenemos la firme resolución de servir bien y de amar  su divina bondad.

5. Recordemos que el Corazón de Jesús nos ha llamado no sólo para nuestra santificación, sino también para la santificación de otras almas. El quiere ser ayudado en la salvación de las almas.

6. ¿Qué más te puedo decir? La gracia y la paz del Espíritu Santo estén siempre en tu corazón. Pon este corazón en el costado abierto del Salvador y únelo a este rey de nuestros corazones. El está en ellos como en su trono real para recibir el homenaje y la obediencia de todos los demás corazones, con la puerta siempre abierta para que todos puedan acercarse y tener audiencia siempre y en cualquier momento; y cuando tu corazón le hable, no te olvides, mi queridísima hija, de hablarle también a favor del mío, para que su divina y cordial majestad lo vuelva bueno, obediente, fiel y menos mezquino de lo que es.
 
7. No te extrañes en modo alguno de tus debilidades. Al contrario, reconociéndote por lo que eres, avergüénzate de tu infidelidad para con Dios y pon en él tu confianza, abandonándote con paz en los brazos del Padre del cielo como un niño en los brazos de su madre.
 
8. En las tentaciones lucha con valentía junto con las almas fuertes y combate junto al jefe supremo; en las caídas no permanezcas postrada ni en el espíritu ni en el cuerpo; humíllate mucho pero sin perder el ánimo; abájate pero sin degradarte; lava tus imperfecciones y tus caídas con lágrimas sinceras de arrepentimiento, sin que falte la confianza en su divina bondad que será siempre mucho mayor que tu ingratitud; propón tu enmienda, sin presumir de ti misma, ya que tu fortaleza la debes tener en solo Dios; confiesa, por fin, con toda sinceridad, que, si Dios no fuese tu coraza y tu escudo, habrías sido incautamente herida por toda clase de pecados. 
(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

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