Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Junio: días 23 al 29.


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23. Si no se te concede el poder detenerte por mucho tiempo en oración, en lecturas, etc., no debes desanimarte por eso. Mientras tengas a Jesús sacramentado cada mañana, debes considerarte afortunadísima. Durante el día, cuando no se te conceda hacer otra cosa, llama a Jesús, incluso en medio de todas tus ocupaciones, con gemidos resignados del alma; y él vendrá y permanecerá siempre unido a tu alma por la gracia y por su santo amor. Vuela en espíritu al sagrario, cuando no puedas ir en persona; y allí expresa tus ardientes deseos y habla y pide y abraza al Amado de las almas, mejor que si se te concediese recibirlo sacramentalmente.

24. Sólo Jesús puede comprender cuánta es mi pena cuando se despliega ante mí la escena dolorosa del Calvario. Es igualmente incomprensible el alivio que se da a Jesús, no sólo al compartir sus dolores, sino cuando encuentra un alma que, por su amor, le pide no consuelos sino más bien tomar parte en sus mismos sufrimientos.

 25. Al asistir a la santa misa renueva tu fe y medita cuál es la víctima que se inmola por ti a la divina justicia, para aplacarla y volverla propicia.
Cuando estás bien, oyes la misa. Cuando estás mal y no puedes asistir a ella, entonces la dices.

26. Cada santa misa escuchada con atención y devoción produce en nuestra alma efectos maravillosos, abundantes gracias espirituales y materiales, que ni nosotros mismos conocemos. Para conseguir esto, no gastes inútilmente tu dinero, sacrifícalo y sube hasta aquí para escuchar la santa misa.
El mundo podría  subsistir incluso sin el sol, pero no podría existir sin la santa misa.

27. En estos tiempos tan tristes de fe muerta, en los que triunfa la impiedad, el medio más seguro para mantenerse libres del terrible mal que nos rodea, es el de fortalecerse con este alimento eucarístico. Algo que no lo podrá conseguir aquél que vive meses y meses sin saciarse de la carne inmaculada del Cordero divino.

28. Termino porque la campana me llama y me invita; y yo me voy al lagar de la iglesia, al santo altar donde continuamente destila el vino sagrado de la sangre de aquella uva deliciosa y singular, de la que a sólo unos pocos afortunados les está permitido embriagarse. Allí -como bien sabéis, no puedo actuar de otro modo- os presentaré al Padre celestial, en unión de su Hijo, en quien, por quien y por medio de quien yo soy todo vuestro en el Señor.

29. ¿Veis cuántos desprecios y cuántos sacrilegios se cometen por los hijos de los hombres contra la humanidad sacrosanta de su Hijo en el sacramento del Amor? A nosotros nos corresponde, ya que hemos sido elegidos por la bondad del Señor en su Iglesia, según las palabras de San Pedro, para un sacerdocio real (1P 2,9), a nosotros nos corresponde, digo, defender el honor de este mansísimo Cordero, siempre solícito cuando se trata de defender la causa de las almas, siempre mudo cuando se trata de su propia causa.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

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