Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Mayo: días 19 al 25.


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19. Después de la ascensión de Jesucristo al cielo, María ardía continuamente en el más vivo deseo de reunirse con él. En ausencia de su divino Hijo, le parecía encontrarse en el más duro destierro.
Aquellos años en los que tuvo que estar separada de él, fueron para ella el más lento y doloroso martirio, martirio de amor que la consumía lentamente.

20. Jesús, que reinaba en el cielo con la humanidad santísima que había tomado en las entrañas de la Virgen, quiso que también su Madre, no sólo con el alma sino también con el cuerpo, se reuniera con él y compartiera plenamente su gloria.
Y esto era totalmente justo y merecido. Aquel cuerpo, que no fue ni por un sólo instante esclavo del demonio y del pecado, no debía serlo tampoco de la corrupción. 

21. Procura conformarte siempre y en todo a la voluntad de Dios en todos los acontecimientos, y no tengas miedo. Esta conformidad es el camino seguro para llegar al cielo.

22. Yo deseo, y no lo ignoráis, morir o amar a Dios, es decir, la muerte o el amor, ya que la vida sin este amor es peor que la muerte. ¡Hijas mías, ayudadme! Yo muero y agonizo en cada momento. Todo me parece un sueño y no sé dónde me muevo. ¡Dios mío!, ¿cuándo llegará la hora en que también yo pueda cantar: éste es mi descanso, oh Dios, para siempre?

23. Practica la penitencia de pensar con dolor en las ofensas hechas a Dios; la penitencia de ser constante en el bien, la penitencia de luchar contra tus defectos. 

24. Confieso ante todo la gran desgracia que supone para mí el no saber expresar y sacar fuera este gran volcán siempre encendido que me abrasa y que Jesús ha metido dentro de este corazón tan pequeño. Todo se resume en esto: vivo devorado por el amor de Dios y por el amor del prójimo.

25. La ciencia, hijo mío, por muy grande que sea, es siempre algo muy pobre; y es menos que nada en comparación con el formidable misterio de la divinidad. Debes encontrar otros caminos. ¡Limpia tu corazón de toda pasión terrena, humíllate en el polvo y ora! De ese modo encontrarás con certeza a Dios, que te dará la serenidad y la paz en esta vida y la beatitud eterna en la otra.

(Tomado de BUONA GIORNATA de Padre Pio da Pietrelcina)
Traducción del italiano: Elías Cabodevilla Garde

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