Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Un hombre de Dios al servicio de los hombres

Sigue promoviendo el rezo del Rosario.


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Juan Pablo II, en la homilía de la canonización del Padre Pío, dirigió al nuevo Santo, junto a otras cinco, esta petición: «Transmítenos tu tierna devoción a la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra». Así, tierna, filial, generosa… fue la devoción mariana del Santo de Pietrelcina. La manifestaba, sobre todo, en la imitación de las virtudes y también en las súplicas que le dirigía. La más repetida, la del Rosario. Es sabido que el Padre Pío llevaba siempre el rosario consigo; que llamaba al rosario el “arma” contra su enemigo, el demonio; que rezaba muchos rosarios al día; que el rosario era el regalo que con más frecuencia ofrecía a los que se acercaban a él; que invitaba insistentemente a ofrecer esta oración a la Virgen María, tanto que, como testamento espiritual, nos dejó: «Amad a la Virgen María; haced que la amen, rezad siempre el rosario»
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El Padre Pío hoy, al seguir cumpliendo su “misión grandísima”, ¿sigue promoviendo el rezo del rosario a la Virgen María? No hace muchas semanas, subí a esta etiqueta de la página web el testimonio de las hermanas Amparo y María García Galindo, que, a raíz de una visita a los lugares del Padre Pío en San Giovanni Rotondo, habían decidido dejar sus puestos de trabajo, estudiar teología para ser, al menos en un primer momento, profesoras de religión. Una de ellas, Amparo, a petición mía, porque soy quien le consigue los rosarios del Padre Pío en San Giovanni Rotondo, nos ofrece este testimonio:
«Como Profesora de Religión y Moral Católica de Secundaria incluyo como tema imprescindible dentro de mi Programación Didáctica la enseñanza a mis alumnos del rezo del Santo Rosario y siempre me preguntan para cuando voy a dar las clases sobre Padre Pío y para cuando el regalo de los rosarios del Padre Pío, bendecidos por mi Director Espiritual Padre Elías Cabodevilla Garde.
Mi experiencia es que a mis alumnos les encanta esta clase práctica y diferente, en la cual, por primera vez, muchos de ellos tienen un rosario en sus manos y muchos de ellos se lo ponen al cuello llevándolo a diario al Instituto. Otros me enseñan alguno que se han comprado si salen a algún viaje con sus padres y otros me muestran los de sus abuelos o padres. Pero a todos les atrae esta cadena divina, les gusta mucho tenerla en sus manos y yo me siento feliz y satisfecha cuando veo la sonrisa y sorpresa en sus caras.
Finalmente pienso: en contra de lo que actualmente se pudiera pensar sobre nuestros jóvenes…cuando les regalo y les enseño a rezar el Santo Rosario les ¡gusta y mucho!».
Elías Cabodevilla Garde

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